El agua es importante para la vida de los seres vivos. Todos tenemos un porcentaje de agua, por ejemplo, los seres humanos cuando nacemos somos 83% agua, a medida que crecemos el porcentaje disminuye, para llegar a un 60% en los adultos, las plantas para alimentarse, desarrollarse y proporcionarnos las hojas, flores o frutos que disfrutamos, están compuestas en un 98% de agua, un tomate 95% agua, una espiga de trigo 80%, etc.
En algunos animales, como las medusas, es un 99.5% de agua, un pez lleva en su cuerpo un 80% de agua, un elefante 70% agua.
Viendo estos porcentajes podemos concluir que el agua es el elemento esencial en el funcionamiento completo de la vida. La sed que se produce por una falta considerable de este elemento es una señal de alarma para nuestros cuerpos. Pero hay una sed que solamente Dios puede saciar en el hombre, y es la sed de Dios, en lo espiritual.
La escritura nos dicen en Apocalipsis 21:6…: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
Por más que el hombre alcance logros y disfrute de los placeres que da la vida, siempre tendrá un vacío que lo llevará a buscar más y nunca saciarse.
El gozo que Cristo da es abundante, completo y sacia hasta el más necesitado, brota de la fuente agua limpia y refrescante que salta para vida eterna.