Un macaco japonés fue sorprendido por un equipo de investigadores cuando intentaba copular con un ciervo hembra.
Según relatan los científicos que filmaron el curioso encuentro en la isla de Yakushima, en Japón, el macaco intentó montar al menos a dos hembras.
Una se escapó, pero la otra no ofreció resistencia y se lamió el lomo después de que el macaco eyaculara.
«Este individuo mostró claramente un comportamiento sexual hacia varios ciervos hembra (…) No hay ninguna ambigüedad posible, es claramente un comportamiento sexual», aseguró Marie Pelé, autora principal del estudio de la Universidad de Estrasburgo, en Francia.
El macaco montó al ciervo y realizó 15 movimientos sexuales durante diez segundos antes de bajarse.
No obstante, no hubo penetración, debido probablemente a las diferencias físicas.
Este caso es el segundo que se ha reportado en la literatura científica en el que dos especies lejanas mantienen relaciones sexuales.
El primero fue reseñado en 2014 -causando gran revuelo- y tuvo como protagonistas a un lobo marino antártico y un grupo de pingüinos emperadores.
En una de las instancias, el mamífero no solo copuló con el ave sino que también se la comió.
«Se trata de un comportamiento muy poco común que prácticamente no se ha documentado», le dice a BBC Mundo Miquel Llorente, responsable de investigación de la Fundación Mona y presidente de la Asociación Primatológica Española, quien no estuvo involucrado en el estudio.
«Es anecdótico, puntual, pero llama la atención porque (los macacos) son una especie muy cercana a nosotros».
Explicación
¿Pero que dio lugar entonces a este comportamiento tan infrecuente e inesperado?
En primer lugar, hay que tomar en cuenta que ambas especies comparten un hábitat y tienen una relación simbiótica: los ciervos se alimentan entre otras cosas de los frutos que los monos dejan caer de los árboles, e incluso de sus heces, y los monos suelen desparasitar a los ciervos y montarse sobre sus lomos a modo de juego.
Una posibilidad, dice Pelé, es que sea «una manifestación sexual de la conducta de juego conocida entre los macacos japoneses y los ciervos», sobre todo si tenemos presente que el episodio ocurrió en noviembre, durante la temporada de cría, cuando los macacos experimentan un aumento hormonal.
Pero la hipótesis que ha ganado más peso es la de la carencia de una compañera para aparearse, ya que el macho en cuestión no formaba parte del grupo, «en otras palabras, pertenecía una jerarquía inferior», señala Pelé.
Si no hubiese sido un animal periférico, agrega Llorente, «hubiera satisfecho sus necesidades sexuales con una hembra o un macho de su grupo».
«Estas pseudocópulas entre machos están muy documentadas en muchas especies y responden a las mismas razonas».
Al no tener acceso a un individuo de su misma especie, «lo más esperable es que intente suplir estas necesidades con lo que tiene más cerca», en este caso los ciervos hembra, dice el investigador.
Otra posibilidad que se barajó inicialmente pero luego fue descartada es que haya habido un reconocimiento incompleto de especies, pero esto suele ocurrir cuando son dos especies emparentadas y no tan lejanas como en este caso.