Santo Domingo.- Como una simple munícipe me preocupa el crecimiento urbano sin planificación que registra el Gran Santo Domingo y casi en igual proporción las demarcaciones cercanas y parte del país, que poco a poco se traduce en caos, mala convivencia, detrimento de la calidad de vida de la gente, deterioro del medio ambiente y reducción de espacios de uso común como las aceras.
Comenzando, como resultado del fenómeno, con el tránsito cada día las vías se vuelven más “insoportables” debido a la elevación de densidades o permisos para aumentar los niveles para el establecimiento de plazas comerciales y condominios en espacios que antes eran de viviendas unifamiliares.
A este aspecto se atribuye la ineficiencia que, por obligación y durante décadas, ha atado de manos a las más de diez entidades responsables de lidiar con la organización del tráfico en los municipios, así como también a la falta de coordinación y logística de los ayuntamientos “responsables” relacionados con el tema. A quienes se les pasa el tiempo deliberando y “tirándose la pelota” de un lado a otro, sin asumir soluciones reales y puntuales.
Cuando alguien observa que en calles angostas, hoy convertidas en comerciales, existen 20 o 30 unidades de apartamentos una al lado de la otra, donde al menos se duplican a 40 o 60 unidades vehiculares, es lógico y normal que esto nos lleve al colapso urbano y a un estado de ansiedad que haga que la gente tenga que huir de los lugares donde hizo su vida originalmente.
Fruto de la proliferación de plazas y concentración de familias en condominios, son frecuentes los conflictos por las disputas de parqueos, que tampoco se proyectan para los posibles visitantes en ambos casos, “generando hasta pérdidas de vidas” cuando la irracionalidad se impone.
A esto se suman los inconvenientes por las faltas de aplicación de las regulaciones cuando alguien inicia una construcción con máquinas retroexcavadoras que afectan con ruidos persistentes la paz de los vecinos o les provoca daños a las propiedades adyacentes.
En este ámbito, los permisos otorgados contemplan mitigación para estos ruidos, pero los promotores no lo cumplen y el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales no tiene capacidad de monitoreo para hacer que se acate la disposición. Igual ocurre con las supervisiones de Obras Públicas y las alcaldías, que ha ocasionado ya accidentes, en los que conductores caen al vacío ante la falta de barreras de seguridad.
Las ciudades crecen “y que bueeeeno”, pero cuando esto se planifica y regula, la gente disfruta de una mejor calidad de vida. Aquí no se puede caminar por las aceras casi por ningún cuadrante o medio kilómetro peatonal con seguridad ni respirando aire limpio, salvo casos excepcionales.
Esta última situación obedece a las ventas informales en paseos destinados a transeúntes, los obstáculos como portas tanques-mini vertederos por la falta de un servicio recolección de desechos efectivo. Los lixiviados descompuestos pululan por aceras y filtrantes obstruidos, se conjugan con la polución que asfixia con la carga de monóxido que emanan los vehículos y enferma, especialmente, a los ciudadanos de a pie.
Escasez de agua
Durante más de tres décadas cubriendo temas ciudadanos en mi condición de reportera, amante de acompañar a la gente con sus reclamos, me preocupa, la escasez de agua que es “Uno A” para la supervivencia humana y biodiversidad. Hoy las diferentes circunspecciones no soportar un par de días una interrupción del líquido porque la generalidad depende del abastecimiento de cisternas, tinacos, aljibes o maquinas succionadoras para cuando en horas de madrugadas (dejando de dormir) les ofrecen el servicio de manera intermitente).

Esta práctica es tan recurrente, que los usuarios las han normalizado a tal punto que cuando les preguntan: Ustedes tienen problemas con el agua, responden “No, por aquí viene dos ves a la semana”, como si esa fuera la regla.
Este elemento, que parece vago, también se suma al desorden del crecimiento urbano, sin planificación, que obliga a que las corporaciones edilicias y empresas particulares cada vez se dispongan construir miles de pozos tubulares porque casi nadie tiene agua de los acueductos, igual en el primer caso se levanten tanques de abastecimientos sin el debido mantenimiento, que hoy atentan contra la seguridad de las familias que hacen vida a su alrededor, por citar un caso reciente: El desplome del tanque en Consuelo, San Pedro de Macorís.
Esos factores no garantizan la potabilidad del líquido, como además afectan el subsuelo o la capa freática, cuando en muchos casos se conjugan las aguas residuales y cloacales con las tuberías de las viviendas. Los permisos ambientales, bien gracias o se relajan por falta de aplicación de Ley.
Servicio energético
El servicio energético, que se suma a la expansión territorial, tiene a todos al grito porque las empresas que lo manejan han sido incapaces, de imponer el orden con el pago justo, por el desorden, hacinamiento y los cinturones de miserias que se forman, entonces muchos se benefician del desastre y pocos asumen la carga con exorbitantes e injustas facturas que no se corresponden ni con el salario que devengan “así noooo, no puede ser”.

Impacto fenómenos extremos
Son simples y pocos los ejemplos, lo si se puede asegurar es que los conflictos se multiplican cada día, y lo peor: Los espacios urbanos, parques, áreas urbanas se están impermeabilizando y las aguas ya no tienen por donde filtrar, entonces vienen las inundaciones por fenómenos extremos que acarrea el cambio climático.
La convivencia en condominios es cada vez más terrible, reitero, por las disputas de parqueos, los elevados pagos de mantenimientos (el alto costo de basura; luz que obliga al uso de plantas eléctricas para ascensores, seguridad y otros).
A quién se puede aclamar, cuando las autoridades que deben velar por esos aspectos elementales están confabuladas en muchas ocasiones y permiten o hacen negocios con terceros para sacar pingües beneficios antes de abandonar cada gestión.
Pregunto: ¿para cuándo la aplicación de la Ley núm. 368-22 de Ordenamiento Territorial, Uso de Suelo y Asentamientos Humanos, así como la Ley general 225-20 sobre Gestión Integral y Procesamiento de Residuos Sólidos?…
¿Habrá que abandonar el barco o pasarle la llave al más valiente para que cierre y la tire al mar? … Así nos declaramos en estado de sitio y tal vez venga a socorrernos una fuerza mayor, que nos libre Dios, de no correr la misma suerte del vecino Haití, que por igual nos impacta ante la falta de firmeza para que los planes de regulación se hagan con verdadera responsabilidad. “Que el Todopoderoso nos auxilie”.