SANTO DOMINGO.-“El Covid -19 vino a amargarnos el café, y lo peor de todo es que esta fuera de control.
De nada valió trabajar a distancia por casi cuatro meses para evitar los estragos del terrible virus, tomando en cuenta nuestra condición de asmática, y diabético de parte de mi esposo”.
No bien se reabrieron las actividades y celebradas las elecciones del 5 de julio, el coronavirus entró en casa y alcanzó a tres de los cuatro miembros de la familia.
La angustia pasó a ser desde aquel momento una compañera permanente. Vivir la amenaza de la asfixia y el temor de la necesidad de hospitalización por la deficiencia respiratoria era un aguijón permanente. Gracias a Dios rebasamos el cuadro, en medio de la incertidumbre que acompaña a la pandemia, sin dolientes para la generalidad de la población.
Dilema
El primer gran dilema es dónde hacerte la prueba cuando empiezas a sentir fiebre, dolores del cuerpo, cabeza, diarrea u otros síntomas del coronavirus.
Para suerte nuestra, y la rápida actuación luego de varios intentos, encontramos la vía de diagnosticar a nuestro hijo y una vez detectado el virus nos informaron que era de rigor hacernos la “PCR” para determinar si estábamos infectados y así evitar más contagios.
Tras salir positivos, asumimos con responsabilidad el aislamiento domiciliario y procedimos a informarle al neumólogo familiar la situación para que de inmediato nos medicara; una hermana que es médico decidió llevarse a su casa a nuestra hija para impedir que contrajera el mal.
Casi una semana después reaccionamos, y nos dimos cuenta que obligatoriamente había que salir de casa porque no hay forma de que nadie vaya en tu auxilio, en medio de los efectos, para ver cómo evolucionas y que tal están tus pulmones, convirtiéndonos, sin dudas, en posibles agentes de propagación, aun tomando medidas y aguardando la intención de no ser agentes transmisores.
Acudimos al médico a nivel privado y una vez allí, este nos reclamó por no haber acudido enseguida al chequeo. Esta vez la parte exterior del consultorio estaba llena, pero nunca imaginamos que todos estarían haciendo turno con el mismo propósito.
“De veintisiete pacientes que ha visto el doctor hoy (el viernes), la mayoría está infectado de Covid-19 y uno de ellos, también es VIH positivo”, cuenta una persona del establecimiento tras especificar que nunca antes de (8:00 a.m. a 2:30 p.m.) habían visto tantas consultas, ni siquera en los dos turnos de mañana y tarde.
Cada paciente debe pagar mil pesos de diferencia, siendo asegurado y de lo contrario por encima de los RD$2 mil pesos, siempre que opte o pueda recibir atención privada.
A eso se suman otros pagos complementarios por varios procedimientos como las tomografías, además, la compra del kits de medicamentos indicados, que para una etapa leve que puede rondar al principio entre 1,200 y 3,000 pesos si se tiene una condición especial.
El momento es propicio para cuestionar el sistema de salud del país, donde los empleados públicos y privados pagan cuantiosas sumas de dinero por seguros y planes complementarios, y lo peor de todo es que buena parte de las clínicas, aun en emergencia por Covid-19, no aceptan a los afiliados.
Más adelante el paciente tiene que pagar varias pruebas con un costo de hasta RD$2,000 pesos hasta verificar que dan negativo y poder reintegrarse a sus actividades normales y con buena suerte poder contar su historia.
Reparto virus
La concentración de afectados en el consultorio deja claro que las calles están llenas de gente repartiendo el virus, como también ocurre con quienes van a los laboratorios en busca de confirmar su estado.
Algunos han tenido la dicha de superar el Covid-19 antes de encontrar turno en los laboratorios y los reactivos para las pruebas; a otros los ha alcanzado la muerte porque para lograr atención en algún centro público han tenido que llegar en estado agónico, valerse de una muy buena relación, y el grueso, aun con dinero, no le ha podido ganar la batalla a la mortal enfermedad.
— Todo lleno
Hace dos semanas en la consulta del neumólogo había un alto número de pacientes, pero no como para uno quedarse sorprendido. Decenas de personas afectadas del Covid, o con el temor de padecerlo, llenan ahora la sala.
La solidaridad en tiempo de pandemia
Experiencia. El más lastimoso drama que viven muchos afectados, además de la falta de recursos para cubrir los gastos, es la ausencia de solidaridad entre familiares o vecinos.
En nuestro caso, familiares y vecinos nos extienden la mano, poniendo a nuestra disposición facilidades para que guardemos el distanciamiento que amerita la ocasión y que rebasemos este trance.
Agradecidos de ese apoyo, hoy me pregunto: ¿Quién, en medio de las precariedades que caracteriza a los barrios marginados, lleva un aliento a las familias enfermas que viven del chiripeo o han quedado sin trabajo? Solo me resta aclamar a Dios para que tenga misericordia con todos y que las próximas autoridades piensen en frío cómo manejarán esta enfermedad que se ha salido de control, en el país y el mundo.