El Covid-19 y la protección social

El Covid-19 y la protección social

El Covid-19 y la protección social

Federico Alberto Cuello

Con tantos seres queridos perdidos en 2020, pocos se percataron del funeral del clientelismo en la República Dominicana.

Como tantos funerales en tiempos de pandemia, este también fue no presencial: si se comparan las votaciones de 2016 y 2020 queda claro que más de un millón no ejerció su derecho al voto.

El clientelismo venía transformándose sin mayor debate, fruto de aplicar políticas de erradicación de la pobreza mediante subsidios focalizados a favor de los verdaderamente pobres, identificados mediante el mapa de pobreza elaborado con asistencia de la ONU.
Esas políticas asistencialistas se ven ahora eclipsadas por el apoyo dado a empresas y personas para compensar la caída en la demanda de servicios presenciales derivada de la contención del contagio, restringiendo los contactos personales.

Así como en República Dominicana, así también en el resto del mundo, donde la voluntad de reconstruir mejor después del choque sanitario y sus severas secuelas económicas ha dado un sentido estratégico al financiamiento de la recuperación, priorizando la descarbonización, la digitalización y la transformación de la protección social.

El llamado estado de bienestar, creado en la Alemania de Bismark en el siglo XIX y enriquecido con las ideas del Informe Beveridge en el Reino Unido de la posguerra, quedó maltrecho por las políticas de austeridad promovidas a partir de 1979 por la Sra. Thatcher y el presidente Reagan.

Sus ideas, encarnadas en un Consenso de Washington que ni conservadores británicos ni republicanos estadounidenses ya defienden, sometieron la protección social a condicionalidades que le impidieron compensar la dislocación provocada por la globalización de los años 1990 y los cambios tecnológicos subsiguientes.

Poco fue el bienestar que se protegió durante las crisis posteriores, optando por rescates bancarios incondicionales, conllevando desempleo y pérdida de viviendas, resultando en los populismos de izquierdas y de derechas que todavía prevalecen en ciertos países.
Ahora, según el número de la revista británica The Economist del 6.3.2021, 1,600 nuevos programas de protección social buscan compensar en el mundo el impacto del Covid-19, a un costo promedio de casi 6% del PIB por país.

El 11.3.2021 se aprobó en los EEUU el más generoso de los estímulos, por un monto de US$1.9 trillones, incluyendo novedosos mecanismos de apoyo a la niñez, a la maternidad y a la modernización de la infraestructura.

Y es lógico que así sea, pues una pandemia que aceleró la robotización de la manufactura y la automatización de los servicios, al tiempo que reconfiguró las cadenas internacionales de suministro, demanda respuestas contundentes que aseguren la adaptación de los países el nuevo contexto, al tiempo que minimizan el costo social del cambio.

Muchos han sido los que perdieron sus empleos. Muchos fueron también los que usaron el apoyo de emergencia para crear nuevas empresas. Muchos más serán los desplazados por el cambio tecnológico.

Transformar la protección social hacia el reentrenamiento y la capacitación, justo cuando lo valioso en cada uno es su creatividad e iniciativa, será la mejor forma de sembrar para la competitividad futura.



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