La pandemia del Covid vuelve a enrostrarnos la vergüenza de la pobreza en República Dominicana que siempre se incrementa en tiempos de crisis.
Según el Ministerio de Planificación y Desarrollo, el Covid-19 ha llevado a más de 268 mil dominicanos a la pobreza, incrementándose la pobreza general de 21% a 23%, sobre todo en la zona Este y el Gran Santo Domingo, zonas en las cuales el impacto fue de un 3.4 % y un 6.7 %, respectivamente.
El MEPYD destaca que la única zona del país en la que no se incrementó la pobreza fue en el sur, gracias a los subsidios sociales otorgados por el gobierno, que evitaron que 594,745 personas cayeran bajo la línea de pobreza monetaria durante el 2020, siendo el programa de mayor incidencia Quédate en casa que, al inicio de la pandemia, aportaba hasta 5,000 a hogares en situación de pobreza y vulnerabilidad.
Los datos ofrecidos por el MEPyD son coherentes con investigaciones del BID que informan que, sin las transferencias monetarias condicionadas y los subsidios que se ofrecen a través del programa Progresando con Solidaridad (PROSOLI), la pobreza general en el país sería un 6 % más alta y la extrema se incrementaría en casi un 3 %.
Asimismo, cifras aportadas por MEPyD también reafirman los resultados de la evaluación de impacto realizada a PROSOLI en 2019 por la Universidad de Berkeley, California, que, como hemos mencionado en otros artículos, confirman que las transferencias monetarias tienen efectos positivos en la seguridad alimentaria y representan un ahorro que impacta en beneficio de los ingresos de las familias, además de incidir en mejor, salud, educación, empleabilidad y estado emocional de los beneficiarios de los programas sociales.
La protección social que ofrecen las transferencias monetarias y los subsidios no solo mitigan y alivian la pobreza y acaban con el hambre, también reducen el dolor y el sufrimiento de los pobres, entes dignos y sujetos de derechos frente a quienes el poder público tiene una obligación ineludible.
Mientras se erradica la pobreza con desarrollo concretado en empleo digno para todos, la mano amiga del Estado, como expresión de responsabilidad y solidaridad, siempre tiene que estar tendida y alcanzar a los que más necesitan de ella.