“Quiero que sufra por lo que me hizo” espeta el vengativo con una emoción atávica que nos lleva a analizar la ira, la humillación y el rencor.
Ya lo postulaba el Viejo Testamento “Si hay una lesión grave, tomarás vida por vida, ojo por ojo…”.
Analicemos pues la triada que se esconde detrás de la venganza, la persona vengativa se ha sentido dañada (humillación) de tal manera que percibe una acción donde hay una herida emocional, una afrenta, esto le produce “vergüenza” y su identidad y autoimagen se ven distorsionadas a causa de la supuesta injusticia y. en la ira, es cuando se produce la acción para una supuesta reparación.
El rencor/ira sería un estado mental de angustia en el que la psique revisa, repite, mastica una y otra vez por supuestos agravios recibidos. Y esto consume al vengador.
El contexto social es importante porque en las “culturas del honor” se potencia que sea el individuo el que se enfrente y represalie al supuesto autor de la injusticia.
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De tal manera que explica algunos asesinatos cometidos en países de cultura individualista donde por resarcirse del supuesto daño son capaces de acabar en la cárcel o en la silla eléctrica. El 53 % de los incendios intencionados tienen un origen de venganza.
Pero vayámonos al día a día, entre las parejas o con los amigos se puede dar una venganza pasivo-agresiva. Me enfado porque me he sentido ofendido y aplico la “ley del hielo”, le retiro el saludo, le dejo de hablar un tiempo o “dejo en visto” en whatsapp a alguien a sabiendas de que le molesta.
Para atenuar este sentimiento tendríamos que ser atendidos por un psicólogo y además podemos darnos cuenta de que este sentimiento nos une a través del odio hacia personas o acciones que detestamos, si podemos decirnos que pese al daño sufrido, ellos no tendrán nuestro odio.
Eso nos hará más sanos a la hora de emprender nuevas relaciones dejando reducido este sentimiento mezquino. Einstein decía: “Los débiles se vengan, los fuertes perdonan y los inteligentes ignoran”.