En otras ocasiones he definido el conflicto como inherente a la persona y en toda relación de pareja es normal que existan diferencias en torno a las responsabilidades de la familia, el hogar, los gastos, etc.
Para enfrentar esas diferencias no siempre las parejas recurren al dialogo como tal, sino mas bien a confrontaciones en tonos no adecuados para la convivencia y muchos menos conveniente para la familia, los hijo/as.
Es de esa manera que se va generando a lo interno del hogar elementos generadores de violencia, ya que empiezan a insultarse y estos a la vez provocan cambios, los cuales afectan la relación de matrimonio, pareja o unión libre.
Es en esas circunstancias en que la violencia en sus diversas manifestaciones: sicológica, económica, sexual y física; hace acto de presencia en la que no es posible mediar, ya que las ocurrencias en la pareja están muy complicadas.
Las personas que acuden a los servicios de los centros de mediación por desconocimiento de esas situaciones, entienden que sus conflictos transformados en violentos pueden ser mediados y no es así.
En nuestra experiencia primero de mediador comunitario por casi unos 4 años en la Circunscripción número tres del Distrito Nacional y de mediador familiar de 10 años, entiendo que los conflictos consensuados entre las partes con esas características son efímeros y pocos viables. Dadas las situaciones de conflictividad, enfrentamientos, citas a las unidades de violencia de género u otras instancia que asumen conocimiento de la situación de esa pareja.
En esa situación lo ideal es que esas personas reciban otras atenciones reales y contundentes con el objetivo de ponerle fin a la violencia a través de los mecanismos que establece la constitución y las leyes adjetivas sobre el particular.
Hay que recordar que la mediación es voluntaria y la misma requiere que sean las mismas partes que cumplan lo acordado.