El color del catchup

El color del catchup

El color del catchup

Jacqueline, una amiga muy singular, me confesó que vive un periodo lineal dentro de su matrimonio, de saltos emocionales impredecibles, sin anhelos genuinos; y que toda la noche, entre brumas, aplastada por el insomnio, termina en la cama contando círculos imperfectos que salen de manera apacible del techo, flotan y titilan hasta desaparecer en el aire. Vive sin matices sentimentales, se siente abrumada, en estado de asfixia permanente, atrapada en la maraña de los días lentos e inútiles, como si le hubieran amputado el reloj del alma. En ese estado naufraga entre noches duras y de dolor existencial que mitiga en silencio.

No sabía, a ciencia cierta, cuál era su situación. El peor trance, me dijo: No soporto el aire compartido en la habitación conyugal. Y quisiera que su amado esposo desapareciera de la cama por una semana.

¿Y eso es todo lo que necesitas para recuperar el control de tu vida?

En el aire podía ver que ella estaba obsesionada. Y quería hallar una nueva dimensión humana, curada de cierto grado de indiferencia emocional y así concentrarse en los aspectos fundamentales que conforman su totalidad personal.

No creo que escuchara mi comentario.

Agregó, de inmediato:

Y luego, si no hay solución real, deseo que un acto de magia lo desaparezca otra semana completa. Dos, tres, si es posible.

¿Y qué ocurre? ¿Por qué razón no desaparece tu esposo?

Yo hice la pregunta.

Ella me mira fijamente; veo una ligera sonrisa en sus labios, y respondió:

¿Desaparecer, dices, como si fuera un fantasma que se desvanece en el aire?

Sí, claro —digo sin poder contener las palabras—. Eso creo.

¿En qué estaba pensando? ¿En una separación muy larga o definitiva? No. Solo quería respirar a su aire, suelta, con cierta libertad.

No es posible —dijo—, porque los milagros no existen.

Hace silencio, como si pensara en un hecho imposible, digno solo de su imaginación. Se toma un segundo de eternidad. A su cabeza llegan muchos pensamientos revueltos.

No entiendo cómo pudo perder el control de las emociones.

¿No estarás confundida? ¿Había alguna posibilidad de cambios en su vida? ¿En esa relación había que descartar un juego de silencios y culpas? Y, con el paso del tiempo, ¿se hizo costumbre una compañía sin emociones? ¿Era el camino para hallar el destino  que merece? ¿Qué significa para una mujer un hombre así, que ya no prodiga ningún tipo de emociones? ¿Ya no eran dos almas entregadas en total plenitud? ¿Necesitaba una distancia física para ensanchar de manera segura su libertad emocional? ¿Y qué oculta? Esa y otras preguntas se quedaron atrapadas en los dédalos de mis pensamientos.

En cuanto consigue el sosiego necesario, agrega:

Hay otra forma, pero no me gusta. Cuando lo pienso siento pavor.

¿Pavor? ¿Un miedo intenso? ¿De qué hablas?, pregunto.

Y no puedo negarlo, la respuesta me sorprendió:

Tengo el cuidado de no llevar algunas cosas a mi mesa. Y de manera particular odio el color del catchup.

 



Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.

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