Se le adjudica a Unamuno una gran verdad: El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando. Aplatanado sería: el trujillismo se cura leyendo y el antihaitianismo viajando. No existe estupidez más grande que el cúmulo de prejuicios que se difunden por la falta de lectura profunda, diálogo escéptico -a lo socrático- y experiencias culturales diversas. Personas amargadas por vidas carentes de sentido, aferradas al dinero, al poder o a los discursos fundamentalistas, que propagan odio contra todo el que es diferente, son predicadores de la humillación, el autoritarismo, la xenofobia, rinden culto al chisme y la violencia, son terroristas con sus lenguas.
Los manuales de historia pintaban a los haitianos con rasgos simiescos en mi niñez. Insistían que éramos blancos y que nuestro catolicismo superaba al Vaticano. Que todavía ese discurso sea recurrente al finalizar la segunda década del siglo XXI cae en lo salvaje e irracional, y es inmoral. Y algunos reclaman la moral y cívica trujillista, la misma que forjó la casi totalidad de los grandes corruptos de nuestro país. El ladrón y violador más grande que tuvo este país, descendiente de haitianos, quiere ser presentado como blanco, honrado y católico. Hay que ser muy tonto o muy corrupto para creerlo.
Nuestro sistema educativo -salvo escasas excepciones- ha demostrado su impotencia en generar pensamiento racional y crítico, además de no ser capaz de enseñar matemáticas, la lengua materna o las ciencias básicas. Es un sistema castrado. ¡Por eso estamos en los últimos niveles educativos del mundo!
Vivimos en un sistema social y económico que descarta la gente, que considera a la mayoría como basura. Los pobres y los emigrantes ilegales son exprimidos laboralmente hasta que se les arranca la vida. Los negros, las mujeres y hasta los niños, con visualizados como subhumanos. Las clases medias -los pequeño burgueses según Bosch- odian que se les confunda con los pobres y fantasean con tener los bienes de los más ricos, por eso se estimula la corrupción pública y privada y se tolera el narcotráfico. Los hijos de los pobres no valen nada y si son de haitianos simplemente no son seres humanos. El desprecio que muchos expresan con las haitianas que dan a luz en nuestros hospitales no es de cristianos, ni siquiera de seres humanos normales.
Recién lo acaba de afirmar Francisco. “El descarte, además, asume formas miserables que creíamos superadas, como el racismo, que se esconde y reaparece una y otra vez. Las expresiones de racismo vuelven a avergonzarnos demostrando así que los supuestos avances de la sociedad no son tan reales ni están asegurados para siempre” (FT 20).
Grave es que entre creyentes cristianos aparezcan expresiones de racismo, xenofobia o aporofobia, sobre todo en el rumor y los chismes. Francisco lo recalca una y otra vez, no es posible que la mundanidad sea normal entre quienes siguen a Jesús. No es cristiano el chisme. “…el diablo es un chismoso que pretende dividir a la Iglesia católica”, «El chisme cierra el corazón de la comunidad, cierra la unidad de la Iglesia», «El mayor conversador es el diablo, que siempre anda diciendo las cosas malas de los demás, porque es el mentiroso que trata de desunir a la Iglesia, de alienar a sus hermanos y no de hacer comunidad» y «Por favor, hermanos y hermanas, hagamos un esfuerzo por no chismear. El chisme es una plaga peor que el Covid».
No es de extrañar que el chisme divulgue con tanta intensidad el racismo, la misoginia, la xenofobia y el odio contra los pobres. La miseria de los espíritus chismosos es un veneno que busca expandirse como pandemia y destruir todas las personas que sienten o piensan de manera diferente. Lo padeció Jesús tantas veces:” Al ver los escribas de los fariseos que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?” (Marcos, 2). “Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó para sus adentros: «Si este fuera profeta sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues en realidad es una pecadora»” (Lucas, 7). Si el chisme muestra el hedor íntimo de quien lo propaga, a la vez busca corromper el alma de quien lo oye y le hace caso. Superar estas patologías sociales, y conductas pecaminosas según el Evangelio, es tarea urgente para sanar la sociedad dominicana.