El 23 de junio se cumplirán 29 años del fallecimiento del periodista y escritor Ramón Alberto Ferreras –El Chino–, como siempre le dijeron sus amigos de antaño y nadie ha pensado en reconocer su extraordinaria labor de escritor y trabajador cultural.
Ni en su natal san Francisco de Macorís, la tierra del Jaya, ni en el Ministerio de Cultura, que es donde se prohíjan las Feria del Libro. Para muchos el escritor más prolífico en vida, la mayoría de sus obras agotadas, fueron vendidas al pregón, en Ferias de libro.
Personaje singular, sabía contar historias del régimen, había estado preso, cuatro meses, dos horas y cuatro minutos, en 1960, sometido a la Justicia por una presunta falsificación de papel moneda. Fruto de aquella experiencia escribió Preso: “La cárcel bajo Trujillo” (1962). De joven hizo estudios comerciales de mecanografía, contabilidad, y se ganó el sustento con trabajos informales desde niño.
Nació en la década de 1930, un 7 de agosto, como un hijo del Jaya, alfabetizado para su suerte en sus primeros años. De niño visitaba la Biblioteca Eugenio María de Hostos, hoy Biblioteca municipal. Es decir, que es comprensible su pasión por la escritura y la literatura.
Siendo mozo se hizo miembro de la Aviación Militar Dominicana (hoy Fuerza Aérea Dominicana), y paulatinamente se fue convirtiendo en redactor de periódico, como cuando hizo de corresponsal de San Francisco de Macorís, para el diario El Caribe; también trabajo en La Nación, como asistente de Furcio Pichardo.
Las cosas que puedo ahora recordar sobre el Chino, fueron las anécdotas que me cuentan mis amigos, que eran unos niños cuando este había fundado el periódico Patria, en plena guerra de Abril de 1965; era como el todólogo del periódico. No estuvo en la trinchera, pero su más valioso aporte fue, justamente, el aliento que dio a los revolucionarios, manteniendo el fervor con lo que escribía en el periódico Patria.
De esa época data su obra “Operación Chapeo”, que cuenta las actividades de un grupo paramilitar que se creó con el nombre de La Banda, de cuyas acciones murieron miles de personas. Recordemos un episodio, en la Facultad de Economía, de la Universidad del Estado, donde un policía encubierto le propinó varios garrotazos al Chino porque describía a este personaje en su obra. Tengo una silueta de aquel lugar, donde el Chino atendía una cafetería, y desde allí miraba el país y su discurrir.
Siempre estuvo ligado a todas las ferias de libro hasta el último año de su vida. Personalmente hable con él en más de una ocasión en esos escenarios. Por eso, aprovecho para evocar su recuerdo, decirle cuanto lo admiran mis amigos, y, yo en lo personal, levantando mi voz de protesta porque la fiesta del libro, que en estos mismos días está por desarrollarse, en mucho le debe a este hombre, luchador de libertades públicas, incansable redactor de los episodios de los años negros de la historia política de la tiranía, de los Doce Años y de vida de San Francisco de Macorís.
Hago mención de algunas de sus obras, pues siempre queda el agradecimiento de que un joven se interese por ellas. Creo que su primer libro fue Preso: la cárcel bajo Trujillo (1962). Después sigue “Cuando la Era era Era”, “Operación Chapeo”, en los años 70, “Guerra Patria”, “¿Infierno?”, sobre la suerte que vivió uno de sus hijos en los países socialistas, específicamente en Rusia, “En el vientre de mi madre”, novela de corte familiar; escribió “Guerra Patria”, sobre Luperón, y el “Huracán Federico”, entre otras.