Dr. Rafael Molina Morillo, director de El Día.
Ayer dejamos abierta, en este mismo espacio, la interrogante de dónde colocar el celular cuando, en una comida o cena formal, estamos sentados a la mesa. Era una pregunta con su “rin-tin-tin” o segunda intención para criticar el hábito creciente de andar para arriba y para abajo con uno o más celulares en funcionamiento.
Varios lectores se han tomado la molestia de expresar sus opiniones.
La amable lectora Rosaida Mejía Pol, por ejemplo, opina que “nunca habrá lugar para un celular en una cena formal, pero como hoy día hay mucha informalidad y se permite todo, las buenas maneras y la ética se han ido diluyendo”.
Enrique Morales, por su parte, sugiere poner a la entrada de la casa una funda en la cual se depositarán los celulares, debidamente apagados, de quienes vayan llegando. Así se podrá conversar tranquilamente sin interrupciones.
Después de la cena, del jenjibre y los dulces, a la hora de los regalos, ya los podrán usar otra vez.
Me inclino por esta solución, pero me temo que en mi casa no me dejarán aplicarla. Soy minoría.
