El castigo que los espera

El castigo que los espera

El castigo que los espera

Roberto Marcallé Abreu

Es posible que, contados años atrás, nuestra existencia estuviera desbordada de anhelos y sueños. Cerrábamos los ojos para ocultar las escenas ingratas y entonces el mundo, en algunas de sus facetas, era hermoso y parecía habitado por personas amables. Así eran nuestros deseos.

La ciudad estaba colmada del verdor de árboles y arbustos, los jardines estaban repletos de flores de magníficos colores y aromas y en cada escondrijo se escuchaba el canto de los pájaros.

El olor de la naturaleza era urgente, penetrante. La lluvia al caer creaba la sensación de un sueño. Las celebraciones navideñas nos colmaban el corazón de alegría. Sí, en verdad apenas éramos muchachos, niños, y la belleza y la ilusión germinaban en nuestras almas como rosas en un jardín al arribo de los rayos del sol. Claro, existían problemas. Pero no eran estos problemas.

En mi novela “La manipulación de los espejos” procuro recrear con imaginación y recuerdos esos mundos perdidos. En un episodio una reconocida corresponsal extranjera, al dejar su hotel, “observó impresionada el intenso azul del mar Caribe bajo el intenso aguacero que suplantó la vaga llovizna matutina”.

Dianne, la corresponsal, siente crecer el asombro en su espíritu mientras observa el entorno de otro escenario, el del río Ozama, que, como gran parte de este relato solo ha existido en mis sueños y anhelos.

“Las aguas” (es otro pasaje de “La manipulación”), “se desplazaban apacibles, transparentes, proyectando en su pureza el verdor de los árboles. Las amplias vías zigzagueantes del entorno se extendían por kilómetros hacia el bosque rumoroso que parecía aguardarles.

Todo el entorno era de cerrada arboleda interrumpida a veces por edificaciones panorámicas de diez pisos que alternaban el acceso visual a las aguas casi inmóviles, el cielo azul y blanco, ahora gris y la naturaleza boscosa”.

Uno cierra los ojos y es casi imposible evitar esa sensación de pesadilla que nos castiga cuando pensamos en lo que cierta gente, en extremo malvada, nos ha arrebatado, hasta las ilusiones, lo que pudo ser. .

El eminente siquiatra José Silié, al referirse al estado emocional consecuencia de la frustración y la amargura de amplios sectores de la población dominicana actualmente nos explica que “la depresión es un trastorno emocional que causa un sentimiento de tristeza constante y una pérdida de interés”.

Debido a la situación de limitaciones y desasosiego que se originan en la situación económica, emocional, social, espiritual y a la inseguridad estimulada por la pandemia, prosigue, “estos casos han aumentado”.

“Sentimientos de abatimiento, ganas de llorar, sensación de tener un vacío existencial o una desesperanza vivencial, se presentan con gran frecuencia”. “Para muchos, los síntomas de la depresión son tan severos que pueden causar alteraciones en sus relaciones familiares y laborales. Se trata de un sentimiento permanente de tristeza, un desconsuelo profundo, sensación de indiferencia ante las cosas”.

“Estamos viviendo una extraña mezcla de miedo, desconfianza, desmotivación, escepticismo.

En estos pacientes deprimidos están presentes frecuentes arrebatos de enojo por simples cosas cotidianas, irritabilidad, frustración y aún en asuntos de poca importancia se tornan irascibles. Se pierde el interés de las cosas que antes les agradaban: apatía, desgano con las comidas, las relaciones sexuales, los pasatiempos, la socialización en reuniones”.

Este es un cuadro vívido de cuanto nos ocurre gracias a estos nefastos ocho años que dejamos atrás: El Banco Mundial proyectó para el país una caída en la economía de un 4.3 por ciento. De acuerdo al Banco Central, la deuda pública dominicana asciende al 57.57 del PBI, que amenaza el crecimiento futuro de República Dominicana.

Esa gente que ha destruido y desfalcado el país, autores de este estado de infortunio y degradación en todos los órdenes de la sociedad y las instituciones, que ha asesinado nuestros sueños, solo se merece el oscuro destino que les aguarda: juicios rigurosos, confiscación de los haberes sustraídos y las cárceles por decenas y decenas de años.



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