El Boom de la literatura latinoamericana

En el Génesis, Dios crea el mundo con la palabra: «Hágase la luz». A los egipcios se les atribuía la magia del verbo. Para los griegos, Logos era razón y fuerza divina. Es que en principio siempre hubo, hay y habrá, una palabra.
No obstante, antes de esa palabra, hubo gestos, advertencias, silencios, que lo decían todo. Hasta que llegó el momento en que el ser humano quiso definir lo que estaba y no estaba frente a él: lo ausente, lo soñado, lo temido, lo sagrado.
Hablar es más que comunicarse. Es crear y recrear mundos. La palabra permite retrotraer el pasado, imaginar el futuro, ordenar las sociedades, inventar dioses, declarar guerras, componen canciones; inventar mundos.
Y la grandeza de la Literatura latinoamericana ha residido su capacidad para reinventarse de las palabras a los hechos. De la musicalidad modernista de un Rubén Darío al realismo mágico de Quiroga y García Márquez. Del laberinto borgeano al rejuego cortazariano y la sensibilidad de Isabel Allende.
Surgida entre tensiones coloniales, siempre persiguió su identidad propia, en base a experimentaciones formales y denuncia social.
Desde finales del siglo XIX y mediados del XX, parió obras literarias capaces de dialogar con las vanguardistas europeas, en base a sus raíces indígenas y criollas.
Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Alejo Carpentiel, Isabel Allende, Horacio Quiroga, Juan Bosch, Carlos Fuentes… han moldeado la forma en que el mundo imagina América Latina.
La crítica ha citado a Rubén Darío como figura fundacional de la literatura latinoamericana. Sin embargo, García Márquez, Borges y Fuentes, cuyo universo bibliográfico encabezado por Cien Años de Soledad, cuentos de laberintos y La región más transparente, afianzan el camino hacia el Boom de la misma.
Cada cual puso su cuota. García Márquez retrató la historia y las tensiones sociopolíticas del continente, haciendo suyo y popularizando el realismo mágico de Quiroga. Borges con el cuento filosófico, metaficción y juego intelectual. Rayuela, de Cortázar; La casa de los espíritus, de Allende; La región más transparente, de Fuentes…
La grandeza de la literatura latinoamericana reside en su capacidad de reinventarse.
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