Desde niña amaba el cine. La acción que se desarrollaba a través de la pantalla me trasladaba a otro mundo de imaginación donde personajes se volvían reales ante mis ojos. En esa etapa y ya un poco más adulta le confería todo el peso a los intérpretes, los actores, hasta que fui descubriendo que detrás de, había un escritor que hilvanó para que cada personaje brillara en su esplendor.

Y es que una historia bien contada nos lleva de la mano con un inicio, un nudo, un conflicto hasta llegar al clímax o desenlace. Los personajes cobran vida propia y se van desarrollando despertando el interés.

Una buena historia contará con ritmo, y aunque no siga una estructura lineal prevé las aristas que se puedan presentar, pasa con las películas, los guiones de programas, los libros, detrás hay una creación, algo por descubrir, un diálogo, una palabra, una construcción con todo el potencial, que fue evocada por un artista de la palabra.

Hay que dar el valor que merece a los escritores, ellos hacen que en el mundo que vemos quede un testimonio o una recreación del mismo o simplemente la evocación de uno posible.