
Compartir:
SANTO DOMINGO.-“Esto es un desorden, y en algún momento tiene que acabar”, la expresión de Ramón Rodríguez Sigarán, vendedor por 30 años en el tramo de la avenida Duarte con París, valida el clamor de quienes se ganan la vida en ese lugar convertido desde décadas en un “pandemónium”.
Los bocinazos del incontrolable tráfico, el hedor a orina, la putrefacción de la basura y aguas cloacales hacen de este mercado informal, un símbolo del abandono urbano por excelencia, que ha puesto a prueba la capacidad gestora de quienes dirigen la ciudad.
