El año que será

El año que será

El año que será

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

Señalé la semana pasada que el análisis de los años recién pasados debe hacer énfasis en los hechos que escapan a nuestro control.

Así es posible entender las cosas como son, no como nos gustarían. Sin embargo, cuando miramos hacia el año que llega debemos preocuparnos fundamentalmente en la actitud y propósitos con los que nos desenvolveremos nosotros.

La diferencia radica en que, por su propia naturaleza, el pasado escapa a nuestro control, mientras que el presente y el futuro sí pueden ser afectados por nuestro accionar.

El año que recién comienza trae grandes retos, grandes rupturas, grandes cambios. Es una coyuntura propicia para que la creciente madurez democrática de la sociedad dominicana rinda sus frutos. Pero no podemos olvidar el riesgo de que las cosas tomen otro cariz.

El calendario electoral es extremadamente complicado, con elecciones municipales en febrero y nacionales en mayo. Es decir, que con toda seguridad tendremos dos elecciones en las que están en juego miles de posiciones públicas en el primer caso, y cientos en el segundo, incluyendo la Presidencia de la República.

A esto se suma la dificultad de que existe un sector minoritario de la clase política que está haciendo todo lo posible para entorpecer el proceso electoral. Independientemente de la posición que se tenga, los dominicanos responsables debemos poner de nuestra parte para que esos vientos no tumben cocos. Obviamente, eso no quiere decir que no se defiendan las ideas y posiciones políticas personales o del partido por el que se simpatice.

La contradicción, el contraste y el conflicto son elementos esenciales de la dialéctica democrática. Sin embargo, para que efectivamente cumplan su papel es necesario que se asuman con talante democrático., algo a lo que no todos parecen dispuestos.

La crispación innecesaria corroe la estabilidad del sistema democrático y lo pone en riesgo todo. Incluyendo la estabilidad política que tanto va a necesitar el gobierno que se inaugure en agosto. Cualquier alteración de la tranquilidad pública afectará más a los ganadores del certamen que a los perdedores.

Es decir que quien tiene más posibilidades de vencer en las elecciones es quien tiene mayor interés en que el próximo gobierno no reciba una crisis.

Por todo lo anterior, y porque el mundo no se acaba en febrero, mayo ni agosto, es importante que cada uno ponga de su parte para que dentro de doce meses pueda decir que contribuyó a que el proceso fuera exitoso, la democracia saliera fortalecida y la sociedad asumiera las lecciones de la convivencia democrática.



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