Hoy 15 de diciembre, a solo 16 días para despedir el año, el calendario nos empuja suavemente a pasar balance y la mente pone en nuestra agenda mental metas, propósitos, tableros de visión y planes ambiciosos… y, aunque no tiene nada de malo soñar, quizás estos días no nos piden avanzar tan rápido, sino detenernos un poco más.
Nos piden honrar lo que fue y decidir qué merece quedarse, pues diciembre, especialmente su segunda mitad, no es terreno de siembra, es territorio de balance, de respirar y darnos esas palmaditas de apoyo por llegar al final de un 2025 retador lleno de obstáculos.
Es tiempo de mirar con honestidad lo que hicimos bien, reconocer los aciertos sin minimizarnos, aceptar los errores sin castigarnos e interiorizar las lecciones que dejan los 365 días del año que se acerca a su fin, porque si no entendemos lo que pasó, difícilmente podremos construir algo nuevo con bases firmes.
Estos días invitan a cerrar círculos, incluso aquellos que se cerraron sin aviso, a revisar qué ya no está alineado con quien somos ahora, qué pesa, qué se sostuvo por costumbre y no por convicción.
Ejercitar nuestra capacidad de elección
Momento de decir adiós, con respeto y gratitud, a personas, hábitos, expectativas o versiones de nosotros que ya cumplieron su función… no para borrar, sino para liberar espacio, porque al cruzar con la maleta ligera, podremos tener espacio para lo nuevo que llegará.
No seamos tan duro con nosotros, pero miremos con honestidad, sin reproches innecesarios, culpas heredadas o pendientes emocionales. No dejemos que personas y emociones que no aportan ni mejoran sigan ocupando un lugar; tengamos presente que lo que no soltemos en diciembre puede colarse, sin permiso, en enero.
Antes de planificar, cerrar
Este año hagamos las cosas diferente, nos meremos tener un respiro: disfrutar de la familia y amigos y tratar de llegar al 2026 sin muchos pendientes.
Dejemos la planificación para los primeros días de enero, cuando baja la euforia y el silencio vuelve a acomodarse dando a la mente más tranquilidad y claridad. Es el momento perfecto para visualizar, trazar rutas y definir objetivos realistas, conscientes y alineados con lo que verdaderamente queremos construir.
Y no, no estoy diciendo que no tengamos metas ahora. Es no imponerlas desde el cansancio y la algarabía de las fiestas… ya habrá tiempo para planificar. Hoy vamos a darnos el permiso de vivir el momento presente.
Hoy, desde este escritorio, les recuerdo que ordenar también es parte del camino, que no todo impulso es claridad y que, a veces, el acto más sabio antes de avanzar, es cerrar.
Recibir el 2026 libre de equipaje es una forma de amor propio porque planificar con el alma en calma siempre nos llevará más lejos.