“…pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos”. 2 Corintios 12:14
Cuando un hijo nace es una de la alegría más grandes que Dios puede darle a una familia.
Este es un acontecimiento que marca la vida de un padre. Este hijo viene con muchas ilusiones. Cuando llega el momento de tenerlo en tu brazo hace muchos planes para esta criatura que acababa de nacer.
Un hijo es la representación más genuina que un hombre y una mujer pueden producir en la vida. Esta bellas personas cuando nacen imprimen en nosotros un sentimiento profundo llamado amor.
Es un amor especial, porque somos capaces de darles a los hijos lo que no tenemos. El deseo de un padre es darles cosas que nunca tuvo, esta es una satisfacción que llena a un padre.
Pero padre que me lee, lo más importante que tú puedes dar a tus hijos en esta vida, si realmente tú les amas, es este: instrúyelos en los camino de Dios. Enséñales la palabra de Dios, esto traerá un entendimiento completo de la vida de los niños.
Sembremos la Palabra de Dios profundamente en los corazones de nuestros hijos, esto es el verdadero amor.
Vamos a enseñar la Biblia con diligencia, con pasión y propósito, esto formará un carácter a tus hijos, porque lo aplicará con sabiduría y verdad a su vida cotidiana.
Si amas realmente a tus hijos instrúyelos en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará.
Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:7.
Esto es realmente amar a tu hijo.