La Real Academia de la Lengua Española define el amor de la siguiente manera: “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”.
El amor es el sentimiento más intenso del corazón humano, tanto que puede suprimir el dolor, el miedo, e incluso el temor a la muerte. Es el único que puede llevar a un ser humano a dar su vida por alguien o por algo.
El amor es el que crea ese lazo entre padres e hijos; y que hace que dos personas que eran extraños decidan vivir juntos el resto de sus vidas.
El amor fue el sentimiento que llevó a Jesús a asumir los azotes y la crucifixión. Como decía el Che: “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”.
Recientemente recordamos el 49 aniversario del asesinato de Francisco Alberto Caamaño, quien hasta su último aliento mantuvo en alto sus ideales (testimoniado por quien lo llevó frente al pelotón). Solo un profundo sentimiento de amor es capaz de sostener la dignidad de una causa ante la inminencia de la muerte.
Mi padre, Claudio Caamaño Grullón, quien afirmó que, a lo largo de su vida, en distintas contiendas, tuvo que quitarle la vida a más de cien personas, nunca me hablaba con odio de sus contrarios, incluso lamentaba sus muertes de la misma forma que lamentaba la muerte de sus compañeros
. Pues él no luchaba en contra de ellos, sino a favor de una causa. No lo impulsaba el odio, sino el amor por su pueblo.
Jesús resumió todos los mandamientos en uno: “Amarás a tu Dios sobre todas las cosas, y a tu prójimo como a ti mismo”. Como decía la madre Teresa: “Amar hasta que duela. Si duele es buena señal”