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SANTO DOMINGO.-Convivir con el alzheimer enmascarado detrás del rostro de un ser amado representa una tarea difícil de afrontar.
Desvelos, sacrificio de tiempo productivo y lo más triste: ver durante un tiempo prolongado cómo se deteriora la memoria de quien amas, hasta el desenlace fatal; pues la enfermedad no tiene cura.
Precisamente es lo que describe parte de la vida de Aner Luna de 28 años, quien en dos años no recuerda una madrugada en la que durmieron tranquilos en su humilde hogar.
