El infatigable y connotado artista del lente Herminio Alberti nos sorprende gratamente con un nuevo reto estético, que engrandece su trayectoria. Se trata de la exposición de alrededor de 70 fotografías en blanco y negro titulada “El alma de las cosas”.
Aunque parezca la más individual de las empresas humanas, el arte es, por su radical esencia libertaria, por su naturaleza semiótica y polisémica, reflejo del espíritu gregario, imaginativo y de la voluntad comunicacional del ser humano.
Lejos de cualquier dominio de lo uno y fijo, el arte persigue la apertura del pensamiento y de la vida hacia lo plural, innovador, cambiante y auténticamente creativo; incluso, yendo más allá de la propiedad simbólica del lenguaje estético.
La fotografía sigue en auge. Hay en ella una vocación primordial de mantenerse fiel al objetivo, al referente real. Roland Barthes en “La cámara lúcida” (1990) señala que el referente real emana y se queda fijo en la imagen fotográfica. Sin embargo, la fijeza no es ya un atributo del arte de la representación. Con la revolución digital, la representación misma, como cosmovisión, está en crisis.
La fotografía digital no es, necesariamente, emanación del referente real, sino, más bien, alteración de la relación, antes tautológica, entre representación y objeto real.
Se quebranta ese indicador de la verdad y, más allá de la mera representación, la fotografía se vuelve hiperrealidad de un hiperretrato. “La hiperrealidad no representa nada, más bien, presenta” sustenta el filósofo Byung-Chul Han (2014). Con la fotografía digital asistimos a los funerales del predominio de lo real sobre lo imaginario. Se vive la presentación.
Presentar el alma de las cosas, que podrían ser también cosas del alma, es el reto que se ha impuesto esta vez Herminio Alberti. Una apuesta por revelarnos, desde su propia cosmovisión, expresada esta vez como microvisión universalizada (macro), la estrecha relación de los objetos con el espíritu.
Una mirada aguda, y más aun, oblicua, por la fijación en el detalle, hasta convertirlo en un todo perceptivo, que nos hace cuestionarnos acerca de nuestra relación cotidiana, sesgada por la costumbre, entre nuestro estilo de vida y la particular vida, porque se presentan con alma, de las cosas que nos rodean.
Esta mirada penetrante ha sido capaz de retar la incertidumbre que nos viene arropando en un decurso histórico y vital marcado por la pandemia de la Covid-19. Testimonio, el de esta muestra, de una relación dialógica con sustancial valía estética, entre el alma de las cosas y la percepción, abierta a la hermosura recóndita de lo finito en lo infinito, de nuestra alma.
La muestra de Alberti León, de original montaje, que permanecerá en el Museo de Arte Moderno hasta el 21 de agosto, se enmarca en el 18 aniversario de la empresa Lanco Dominicana y se dedica al maestro de la fotografía Domingo Batista. Tanto la empresa patrocinadora, como el propio artista, han querido que los recursos obtenidos de las ventas de las fotografías se entreguen al Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (PACAM), entidad que, por casi 20 años, lucha contra el flagelo machista de la violencia de género en nuestra sociedad.
Las fotografías de nuestro artista, que por sí misma narran una historia de inmersión de la percepción del ojo humano en su entorno vital, para crear nuevos objetos y nuevas percepciones, se hacen acompañar de frases aforísticas, versos o ideas en fragmentos de la autoría de quien escribe esta columna.
Una aventura más en la que la fotografía y la palabra escrita se articulan para presentar la soberanía de los macro objetos creados por el artista a partir de su forma de reinventar la realidad.