El ajetreo teatral dominicano

El ajetreo teatral dominicano

El ajetreo teatral dominicano

Mario Emilio Pérez

Me causaron grata impresión las declaraciones del talentoso autor, director y actor teatral Giovanni Cruz, en el sentido de que ya en el país se podía vivir exclusivamente del teatro.

Porque recordé el trajinar abundante de ensayos, y escaso de presentaciones y de retribuciones, de un querido amigo, excelente cultor del drama y la comedia. Mi amigo Felipe Gil, recientemente fallecido, continuamente me manifestaba su gratitud por haber descubierto primero que él la belleza de su voz para el ejercicio de la locución.

Ese oficio lo llevó por rutas de inmediato éxito, que culminó con la posición de Gerente de Publicidad de la prestigiosa firma E. León Jimenes, pero que lo separó ´definitivamente del teatro.

La mayoría de los hombres y mujeres del arte escénico del país han laborado en los más diversos oficios y profesiones, algunos incompatibles con las manifestaciones artísticas.

Estas consideraciones unidas al recuerdo llegaron a mi mente al disfrutar en la Sala Ravelo del Teatro Nacional de las obras “La Venus de las pieles”, del autor norteamericano David Yves, y del monólogo del puertorriqueño Roberto Ramos Perea “Las mujeres lo hacemos mejor”.

La primera de las obras citadas está basada en una novela del escritor austriaco Leopold Von Sacher-Masoch, quien dio origen al vocablo masoquismo, al describir en ella la pervertida relación sentimental que mantuvo con Fanny Von Pistor.

Josué Guerrero y Laura Lebrón supieron mantener en vilo con sus actuaciones al público la noche sabatina que asistimos Yvelisse y yo a una concurrida presentación.

Supuse que ambos actores sufrieron una gran merma de energía mental y física al asumir a la perfección las personalidades y las situaciones de los conflictivos y aberrados personajes.de la obra.

Y lo lograron sin caer en ningún momento en innecesarias búsquedas de efectismos mediante el tan agotado recurso de la sobre actuación.

Quizás tuvo algo que ver la celosa supervisión del director de la obra, el experimentado teatrista Mario Lebrón, progenitor de Laura, y por ende vivo ejemplo de que “auyama no pare calabaza”.

El pasado viernes mi esposa y yo asistimos a una nueva exitosa presentación teatral monologante de Niurka Mota en la obra del multifacético escritor boricua Roberto Ramos Perea.

La información de que la actriz tuvo una actuación magistral en un monólogo podría con justicia calificarse de redundancia o pleonasmo, porque en esa vertiente del teatro ha sido reiterativa.

Por esa circunstancia me limitaré a decir que realizó una especie de caracterológica clonación de su personaje.
Y le perdono de todo corazón los cocotazos que con sus manos y las de mi esposa me propinó, durante los minutos en los que llevó su actuación hasta los asientos de algunos espectadores.

Espero que los tres actores citados en estos comentarios contribuyan a convertir en realidad la sentencia de Giovanni de que en este país subdesarrollado se puede vivir del arte escénico.



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