La profunda y preocupante crisis que se vive en Haití, caracterizada por una extraordinaria violencia e inseguridad, donde las bandas fuertemente armadas que allí operan, ya están enfrentando a tiros a la Policía de ese país, con decenas de muertos en las calles de sectores de la clase alta, todo ante la inacción e indiferencia de la comunidad internacional, que entiende, equivocadamente, que los dominicanos debemos responsabilizarnos de la solución del problema haitiano.
Tanto esto es así, que la agencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) manifestó la necesidad de que nuestro país no proceda a repatriar a los haitianos y acoja a los que abandonan esa nación en calidad de refugiados, olvidando “ex profeso” el gran perjuicio y lo que esto implicaría para un Estado en vías de desarrollo como la República Dominicana, sobre todo, si se presenta un éxodo masivo, toda vez que conforme a las normas del derecho internacional, el Estado que acepta o reconoce a una persona como refugiada, le debe proporcionar acceso a un empleo remunerado, trabajar por cuenta propia, educación, seguridad social, adquisición de bienes muebles e inmuebles, derecho de asociación, a la vivienda, acceso a los tribunales, libertad de circulación, entre otros.
Los dominicanos todos, alejándonos de los intereses políticos y partidarios, debemos unificarnos monolíticamente como un solo hombre, apoyando firmemente la posición oficial de no aceptar que se establezca en el país un campo de refugiados haitianos, continuando con la política de deportación, respetando los derechos humanos y aplicando nuestras leyes de migración, para evitar que colapsemos, pues, nuestra principal obligación es la de subsistir como una nación libre, soberana e independiente.