El hecho de que los medios de comunicación llenen de tinta sus diarios y demasiados ciudadanos dominicanos se la pasen nombrando más de 100 veces por día a esta grotesca figura llamada César “el abusador”, surgida de improviso, significa que en una sociedad determinada hay sujetos que viven en las profundidades de nuestro imaginario social.
Tomando en cuenta que toda sociedad se producen los tipos de individuos que la hacen funcionar (C. Castoriadis), surgen, pues, los tipos antropológicos, entre los cuales están los obreros, los funcionarios y los empresarios. Este último, debe merecer su atención, pues, aunque esos tipos antropológicos surgieron de sociedades anteriores, el empresario ha desaparecido.
Si antes fue un individuo con capital económico considerable, una figura social que encarnaba al hombre ingenioso, creador y con desarrollo intelectual y cualidades de filántropo; en la actualidad, con la burocratización del capital, se ha producido un desgaste tal en las instituciones sociales que ha fabricado a estos nuevos empresarios.
Hoy son, en su mayoría, analfabetos, iletrados y obtusos, los hay violentos y ofensores graves; están los que lograron tener un título universitario, y a los que ha seducido la militancia política.
Todos lograron ser millonarios; pero en todos ellos debemos ver individuos cuya idea de la sociedad consistió únicamente en hacerse ricos con la única condición de no ser atrapados.
Porque es mejor engañar que trabajar, es mejor especular el precio, lavar o blanquear capitales, que ya eso es crimen organizado.
Podemos comprender el imaginario social a través del lenguaje y de las instituciones. Cuando escuchamos frases recientes como: “Todos somos Emely” (caso Marlon y Marlyn Martínez), y “desaparición por arte de magia de César “el abusador” (El Jaya.com); igual ocurre a través de las instituciones primordiales, que llenan la vida social, y las forman los seres humanos, que encarnan funciones. Así, el procurador general, cuando dijo: “hace veinte años que operaba esta red criminal”.
En ambos casos, imaginamos que algo de eso no puede ser verdad, porque de alguna manera ya estamos socializados y sometidos a la imaginación que nos da la ilusión de poder saber lo que es falso o verdadero.
La dimensión imaginaria de la sociedad tiene muchas restricciones, pero es importante que haya coherencia. Debemos buscar, necesariamente, los fenómenos o representaciones imaginarias, pero buscar su esencia. ¿A quién abusaba este César?, ¿abusaba con las mujeres, con los débiles o con sus iguales rufianes? Y lo verdaderamente importante, cómo abusó de nuestra industria y nuestro comercio.
La sociedad de la época no va a mirarse en César “el abusador”, como el empresario que toca a los colectivos que se apartan de su pasado, de su memoria; definitivamente, no todos podemos ser así, como tampoco podemos ser políticos oficialistas.
Es el momento de lanzar por segunda vez el debate sobre la vida institucional y burocrática de la nación dominicana.
Pues, ese el origen de todos los males de nuestra vida cultural, desigualdad política y valor social. En conclusión, nuestro imaginario social está en crisis, porque hemos perdido la identidad en muchos niveles de la vida social.