Las redes sociales indudablemente han democratizado el acceso directo de las masas al debate mediático de asuntos públicos.
Estoy seguro que ello obra en bien de la democracia. Pero igual a como algunos privilegiados se preguntaban décadas o siglos atrás si exesclavos, mujeres, impecunes o iletrados poseen suficientes luces para votar, desmereciendo su capacidad legal, alguna gente cree que la cháchara y la vocinglería reduce el valor o daña la formación de la opinión pública.
Están equivocados. Juzgar como estupideces ciertos tuits o posteos virales en otras plataformas, no es necesariamente una manifestación del complejo Dunning-Kruger (tara que padecen idiotas con incapacidad de reconocerse tales y cuya ilusoria auto-estima les hace creerse superiores, dificultando cualquier diálogo).
Realmente hay muchísimos estúpidos opinando pendejadas según es su legítimo derecho.
Lo malo sería que quienes poseen poder, inteligencia y responsabilidad para trazar políticas públicas se amedrenten ante mediáticos aullidos colectivos o insensateces mayoritarias. Todo progreso humano depende de nuestra capacidad de colaboración y la piedra angular es el diálogo. ¡Siempre aplicando imprescindible sindéresis!