Con el cambio climático y sus nefastos efectos para la humanidad, de acuerdo a lo sustentado por Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, en su discurso en la apertura oficial de la COP21, París 2015, acontece que lo emitido como contaminante en un lugar del mundo, por pequeño que sea, incide negativamente en el otro lado, por lejano que parezca, y, asimismo, afecta, a la postre, todo el globo terráqueo.
Es algo muy parecido al fenómeno del “efecto mariposa”, que derivado del proverbio chino que reza “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”; o bien, “el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”, fue retomado por el meteorólogo y matemático norteamericano Edward Norton Lorenz (1938-2008), en una conferencia de 1972 (había formulado los principios esenciales de los sistemas caóticos y este efecto en 1963) en la que afirmó: “El aleteo de una mariposa en Brasil puede provocar un tornado en Texas”.
En 1987 el concepto “efecto mariposa” se instaura en la ciencia gracias al reconocido libro “Caos: la creación de una ciencia”, del teórico y uno de los pioneros de Internet James Gleick.
En 1993, el químico y matemático ruso y nacionalizado belga, Ilya Prigogine (1917-2003), creador en 1967 de la teoría de las estructuras disipativas o dispersivas, retoma la noción de “efecto mariposa” para sustentar su Teoría del Caos, al plantear que el mundo no se comporta estrictamente como la maquinaria de un reloj, previsible y determinada, sino que se compone de elementos caóticos, responsables de la inestabilidad y la imprevisibilidad o incertidumbre en los sistemas.
Un buen ejemplo de ello es, precisamente, el clima, en el que pequeñas variaciones en un momento del día o en un punto del planeta podrían ocasionar efectos considerables en los próximos días y en cualquier región del mundo.
Ban Ki-moon reclamó a los líderes de más de 150 países reunidos en Le Bourget, París, el último día de noviembre y los primeros de diciembre, la construcción de un nuevo futuro de promesa y esperanza, en el que florezcan la prosperidad, seguridad y dignidad para todos los seres humanos.
Es el tiempo, dijo, de mostrar el compromiso por el bien común, por el bienestar de las futuras generaciones. Para ello se precisa de la creación, mediante compromiso y consenso de todas las naciones y sus líderes, de un régimen climático con claras reglas, especialmente, en lo concerniente a la reducción de la emisión de gases contaminantes de la atmósfera y limitar la temperatura global por debajo de los 2 grados Celsius.
De ese compromiso han de formar parte, también, las pequeñas naciones y economías emergentes, porque perturbaciones de esa meta en ellas podrían provocar, por el “efecto mariposa”, futuras catástrofes en el planeta, además del grave daño a sí mismas.
Estamos retados, países poderosos y países pobres, a crear condiciones de producción y desarrollo económico en armonía con la salud del medioambiente y la resiliencia del planeta.
Los graves desastres de los que estamos siendo testigos hoy día en la naturaleza, con irreversibles daños en la economía, las sociedades, las culturas y las poblaciones, especialmente las más vulnerables, son la consecuencia de iniciales pequeñas perturbaciones en el clima que hoy alcanzan terribles proporciones.
Los acuerdos a que arriben las naciones al concluir la COP21, París 2015, serán los pivotes para hacer de la vida una esperanza y de la tierra, la “casa común” que refiere el papa Francisco; nuestro único y verdadero hogar.