EE.UU abre su embajada en Jerusalén en medio de un baño de sangre en Gaza

EE.UU abre su embajada en Jerusalén en medio de un baño de sangre en Gaza

EE.UU abre su embajada en Jerusalén en medio de un baño de sangre en Gaza

Palestinos cargando neumáticos para incendiarlos en la frontera entre Gaza e Israel.

La inauguración de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén, que cumple una de las promesas más controvertidas del presidente Donald Trump, causó un baño de sangre este lunes en Gaza donde al menos 52 palestinos murieron por disparos israelíes en la jornada más sangrienta en años.

El balance dramático en este día de celebraciones del lado israelí y estadounidense, constituye la más mortífera del conflicto israelo-palestino desde la guerra de 2014 en la Franja de Gaza.

Mientras los funcionarios estadounidenses e israelíes celebraban un momento «histórico» y la fortaleza de su alianza bajo una gran carpa blanca plantada en los terrenos de la nueva embajada en Jerusalén, decenas de miles de palestinos protestaban a pocos kilómetros de distancia, en la Franja de Gaza bloqueada.

Los más atrevidos, arriesgando sus vidas, enfrentaron los disparos de soldados israelíes arrojando piedras e intentando forzar el fuerte dispositivo de seguridad en la zona. Israel había advertido que usaría «todos los medios» para proteger a sus soldados y la barrera.

Según el ministerio de Salud en Gaza, 52 palestinos murieron por disparos israelíes en la frontera con Israel, y cientos resultaron heridos. Entre los muertos, figuran «ocho niños menores de 16 años», dijo por su parte el embajador palestino ante la ONU.

La decisión de Estados Unidos, denunciada y criticada por la casi totalidad de la comunidad internacional, rompe con décadas de diplomacia estadounidense y de consenso internacional. Por ahora, sólo Guatemala y Paraguay se han comprometido a imitar a Estados Unidos y trasladar sua embajadaa a la Ciudad Santa.

 «Crímenes de guerra»
La Autoridad Palestina acusó a Israel de cometer una «horrible masacre» en la frontera de Gaza con ese país y pidió «una intervención internacional inmediata para frenar» esta ofensiva, «cometida por las fuerzas israelíes de ocupación». El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu agradeció a Trump, que según él «hizo historia» al trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén.

«Éste es un momento histórico. Presidente Trump, al reconocer lo que pertenece a la historia, usted hizo historia», dijo Netanyahu en la ceremonia de inauguración de la misión diplomática.

El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, reafirmó el compromiso de su país con una «paz global y duradera entre Israel y palestinos», pero no mencionó a los muertos en un escueto comunicado divulgado en Washington.

Miles de personas se manifestaron desde la mañana en la frontera entre la Franja de Gaza e Israel. Los soldados israelíes abrieron fuego cuando los manifestantes se acercaron a la valla, donde el ejército casi duplicó sus efectivos.

La organización Amnistía Internacional (AI) pidió a Israel que acabe «inmediatamente» con la represión a tiros de las protestas en la Franja de Gaza, que calificó como una «abominable violación» de los derechos humanos.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, también expresó su preocupación por las sangrientas escenas de esta jornada. «Asistimos a una multiplicación de los conflictos, los viejos conflictos parecen no morir jamás», declaró a la prensa en Viena.

Jerusalén, ‘fuera del tablero’
Los israelíes ven en la decisión estadounidense el reconocimiento de una realidad histórica de 3.000 años para el pueblo judío. Ésta coincide con el 70º aniversario de la creación del Estado de Israel, en pleno entusiasmo nacionalista y fervor proestadounidense.

Pero la iniciativa unilateral estadounidense causó un enorme disgusto entre los palestinos, que la consideran el resultado del posicionamiento a ultranza adoptado por el presidente Trump a favor de los israelíes desde que asumió el cargo, en 2017. Según ellos, el traslado supone la negación de sus reivindicaciones sobre Jerusalén.
Israel se apoderó de Jerusalén Este en 1967 y la anexionó. Todo Jerusalén es su capital «eterna» e «indivisible», afirma. Los palestinos, por su parte, quieren hacer de Jerusalén Este la capital del Estado al que aspiran. Además, la religión agrava la sensibilidad del asunto, pues Jerusalén es una Ciudad Santa para musulmanes, judíos y cristianos.

Trump prometió que mediará entre israelíes y palestinos en un eventual acuerdo diplomático «último». Al anunciar el 6 de diciembre que reconocía Jerusalén como capital de Israel, quiso favorecer la búsqueda de una paz elusiva, «sacando a Jerusalén del tablero», afirmó.

Para la comunidad internacional, Jerusalén Este sigue siendo un territorio ocupado, por lo que las embajadas no deberían instalarse en la ciudad hasta que el estatuto de la misma no sea negociado entre ambas partes.

‘Amigo de Sion’ 
De los 193 países de la Asamblea General de la ONU, 128 condenaron la decisión de Estados Unidos, incluyendo aliados de ese país, como Francia y Reino Unido. La votación provocó la ira de Washington y amenazas de retorsión por parte de su embajadora ante la ONU, Nikki Haley.
Jerusalén se llenó de banderas israelíes y estadounidenses y de carteles que rezan «Trump make Israel great again» (Trump hace que Israel vuelva a ser grande) o «Trump is a friend of Zion» (Trump, amigo de Sion).

Sin embargo, los palestinos consideran que la fecha elegida es una «provocación», 24 horas antes de las conmemoraciones de la «Nakba», la «catástrofe» que constituyó la creación de Israel para cientos de miles de palestinos, forzados a huir de sus hogares en 1948.