Cuando en civilizaciones como las orientales se lee y se escribe de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo, podríamos tender a pensar que de igual forma entiende el mundo y su entorno y las relaciones que se establecen entre los individuos; como si en el fondo el ser humano no fuera el mismo en toda época y cultura, y que muchas veces cuanto lo diferencia del otro es la forma.
Traigo esta reflexión a cuento por el invento de choque de civilizaciones que Edward Said (reputado escritor estadounidense de origen palestino) condena, detrás del cual toma cuerpo una mitología imperialista que ha subyugado, cuando no aniquilado, con el paso de los siglos, a pueblos con cosmovisiones distintas a la occidental, tales, los aborígenes del Caribe.
El interés profundo que despertó la obra de Aristóteles en Averroes y Avicena, por poner tan solo un ejemplo, es harto revelador de que la imagen del otro, si bien es inevitable, no debe dar pie, por tanto, a discriminar o aplastar la diferencia entre los pueblos y sus culturas por puras razones etnocentristas.
Y ni decir de grandes escritores de nuestro hemisferio que se han mostrado interesados -no fascinados- en acercarse a la literatura y filosofía orientales despojados de prejuicios y estereotipos, en contraste con autores como Joseph Conrad, Rudyard Kipling, D. H. Lawrence, E. M. Forster y otros varios constructores de ideologías de corte imperialista.
Conceptos abstractos como libertad, justicia, democracia, igualdad, y demás, son de Occidente, entretejidos y fomentados en sus cánones culturales que no les dicen gran cosa, sin embargo, a los orientales. Últimamente, teorías posestructuralistas están fuertemente cuestionando idénticos esquemas por los diseños impalpables de poder que los infiltran.
Es un grave error dar por sentado pedir a personas de una cultura adoptar de modo unilateral valores y patrones que son propios de otra sin que antes no se establezca un intercambio justo, sincero, lo más posible en igualdad de condiciones, sobre todo respetuoso, para que se produzca un mayor acercamiento entre ellas.
Said nos advierte sobre nuestros sesgos etnocentristas occidentales en su célebre obra “Orientalismo”. (1978) O sea, el etnocentrismo como variante sutil de racismo junto a los estereotipos han estado en la base de los criterios de relación que hemos entablado con Oriente.
A raíz del atentado terrorista a la revista “Charlie Hebdo”, tildar ahora a sus actores de haber mentalmente vivido en el Medioevo o en cualquier otra edad occidental anterior, me luce que no deja de estar teñida de prejuicios. Creo que resultaría más inteligente ver tan doloroso episodio con más sanidad de juicio. Asunto de conciencia.