El país todavía no recoge los frutos de la gran inversión en educación de la última década. La revolución educativa que se anunció con el 4 %, aunque amplió la cobertura educativa con infraestructura escolar y provisión del desayuno escolar y la tanda extendida, todavía tiene su mayor reto en ofrecer una educación de calidad y un aprendizaje significativo a los niños más desfavorecidos de forma que logremos mayor inclusión social.
Pero el problema de la calidad educativa no sólo es nacional, es también regional. De ahí el rezago de nuestros países en aportes a la innovación, la ciencia, la competitividad y el desarrollo.
Llaman la atención los estudios del Banco Mundial referente a la crisis de aprendizaje en América Latina y el Caribe expresada sobre todo en problemas de lectoescritura.
Esa entidad plantea una alarmante realidad: 7 de cada 10 niños no pueden leer ni entender un texto simple al finalizar la primaria.
Según el Banco Mundial, en vez de solucionarse, el problema va en aumento, lo cual se refleja en la proporción de niños de 10 años que no pueden leer ni comprender un texto breve apropiado para su edad, que aumentó del 57 % antes de la pandemia a aproximadamente el 70 % en 2022.
Esa realidad nos da en la cara. Los que somos docentes lo sabemos de sobra, incluso, a nivel superior hay un gran cantidad de estudiantes que tienen serios problemas de comprensión lectora y llegan a ser profesionales aún sin saber leer bien.
Hay que redoblar los esfuerzos en las aulas para que las estrategias de aprendizaje sean más efectivas. Pero la tarea no es sólo de la escuela. Toda la sociedad es responsable de enfrentar la crisis de aprendizaje porque es un problema colectivo, no sólo de los más vulnerables.
Las tecnologías de la información y la comunicación son la gran oportunidad desaprovechada en la mejora de la educación.
La transformación digital de las escuelas, la formación docente, el fortalecimiento de la vinculación de la familia y la comunidad a la escuela podrían ser una ruta a seguir si queremos un cambio en el sistema educativa y a todos los niveles, porque, como decía Nelson Mandela, la educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo.