Los vínculos afectivos son una parte esencial del ser humano. Este, desde el nacimiento, desarrolla el apego con la madre en la búsqueda de seguridad y protección, razón por la cual el niño se vincula afectivamente a sus cuidadores buscando esa protección emocional y física.
La sexualidad es parte de la vida también desde el nacimiento.
Englobando condiciones anatómicas, fisiológicas, emocionales, conductuales y por supuesto, afectivas. También es importante recordar que la sexualidad abarca al sexo, las identidades sexuales, los roles de género, el placer, el erotismo, la orientación sexual, la intimidad y la reproducción.
De ahí que se habla actualmente de educación sexoafectiva, ya que aunque son entidades separadas que van de la mano para conseguir una salud emocional y sexual integral.
Considerar la afectividad para hablar de sexualidad, naturaliza en suma, esa parte del ser humano que se presenta como tabú desde siempre, por lo que resulta incómodo ser tratada, máxime cuando se involucran niños.
Es importante comenzar con esa educación sexoafectiva adecuada en todas las edades, de acuerdo a las necesidades y demandas del niño. Las propuestas de muchos centros de enseñanza y progenitores se basan en iniciar en la adolescencia.
Si el niño está debidamente formado e informado, se evitarían muchos inconvenientes en el camino.
Los padres son el mayor referente, el más importante para los hijos, por lo que la educación sexo afectiva es vital que comience en el hogar, siendo la escuela una vía para ampliar esas informaciones. La propuesta sería, trabajar con padres, tutores, profesores e hijos.