Una honda preocupación persiste en el país sobre la educación escolar en su nivel básico y medio. Esa preocupación se da a la luz de los resultados de diversas pruebas aplicadas en distintas instancias.
Por ejemplo un reciente informe apunta que los resultados de la “Evaluación diagnóstica de estudiantes del tercer grado” no fueron positivos. Refiere que solo el 12 % de los evaluados en Lengua Española alcanzó un nivel adecuado. Al igual que los evaluados en matemáticas, donde solo el 27 % obtuvo resultados satisfactorios.
Entre las reacciones surgidas se encuentra la consideración de que el 4 % del Producto Interno Bruto (PIB) asignado desde 2013 a la educación preuniversitaria es insuficiente.
Esta opinión no es descaminada si tomamos en cuenta que, antes de esa aprobación, había países de la región con situaciones económicas muy parecidas a la nuestra, que ya en 2009 tenían un gasto social en educación dos y tres veces mayor que el de nuestro país. Era el caso de Honduras (8.01 % del PIB), de Nicaragua (6.05 %) y de Bolivia (6.37 %). Del caso de Cuba ni hablar: 17.5 %. (Cepal, 30 de enero de 2012).
Cierto es que junto a la gran importancia del presupuesto están las políticas y estrategias educativas y algo más. Hoy, en estos tiempos difíciles, para impulsar la trascendental área de la sociedad que es la educación, se debe accionar un conjunto de variables que desborda a la educación misma.
Noam Chomsky, educador estadounidense, sostiene que uno de los principales investigadores del sistema educativo, el sociólogo de la universidad de Chicago, James Coleman, “ha llegado a la conclusión de que el efecto global del ambiente y el trasfondo familiar determinan los resultados obtenidos por el estudiante en mucha mayor medida que el de la variable escolar”.(“La (Des) educación”, 2016).
Por eso nos ha parecido correcto que en el Ministerio de Educación de nuestro país se haya estimado a la familia como un factor “clave” para que “los estudiantes alcancen un mayor rendimiento escolar”.
La situación de nuestra institución escolar amerita la mayor racionalidad de sus autoridades en el proceso de su conducción.
Por eso nos llama la atención que en torno a la llamada “República Digital” se hayan invertido RD$1,800 millones para equipamiento de un proyecto piloto que solo cubre al 7 % de los centros concebidos en el programa.
En tiempos difíciles para la educación hay que actuar con cautela, con tino, con pertinencia, desechando cualquier camino que lleve a ver y usar la escuela como recurso para el proselitismo político electoral.