Antes de cambiar mis hábitos hace once años, eran más frecuentes mis encuentros con Héctor Eduardo Díaz Díaz pues frecuentábamos el mismo mesón y compartíamos muchas amistades.
Era seis o siete años mayor que yo. Me impresionó mucho la primera vez que lo escuché decirme, “José, tú no sabes lo que es el miedo…”, para luego contarme sus vivos recuerdos de su tragedia familiar tras el ajusticiamiento de Trujillo, cuando él no había aún cumplido diez años.
Su papá, el general Juan Tomás Díaz Quezada, se inmoló batiéndose contra esbirros trujillistas días después de su heroica participación el 30 de mayo de 1961.
El sufrimiento y las pérdidas por el heroísmo de su padre, lo motivaron a dedicar gran empeño para mantener la Fundación Héroes del 30 de Mayo, que presidió, y el Museo de la Resistencia que ayudó a fundar.
Su fallecimiento tras padecer el mal de Parkinson ha apenado a la multitud de amigos que supo cultivar, siempre con alegre caballerosidad, un gran contraste con el enorme peso de una trágica orfandad que supo apalancar para predicar incesantemente por la libertad y la democracia.