SAN JUAN. – Las abejas zumban desorientadas buscando un polen que no existe. Los árboles no tienen hojas y las montañas antes exuberantes ahora son un amasijo de ramas secas.
El huracán María no sólo destruyó la infraestructura de Puerto Rico: además devastó bosques que pueden demorar más de diez años en recuperarse.
Y los expertos aseguran que el camino hacia la recuperación puede ser largo. Pero todo esto es parte de un proceso natural.
«Hay mucha mortalidad pero eventualmente se restaurará el orden», dijo Ariel Lugo, ecólogo y director del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical del Servicio Forestal Federal en Puerto Rico. «Pasarán diez años para que todo se vea bien», comentó a la AFP.
«No quiere decir que estará todo bien, pero se verá todo bien». La mayoría de los árboles que quedaron en pie están decapitados o deshojados. Algunos ya comienzan a rebrotar, a apenas dos semanas del ataque de María.
No obstante, el huracán desajustó todo el ecosistema de la isla: para aves, insectos y otros organismos que dependen de hojas y flores, es un cataclismo. No encuentran qué comer ni dónde ocultarse y están desorientados. Para sus predadores, en cambio, Puerto Rico es una fiesta.
El balance debería restablecerse pronto, según Lugo. «En los próximos meses se va a ver un aumento rápido en el crecimiento de plantas y producción de hojas nuevas, con lo que van a revivir muchos insectos y así se comenzará a reorganizar el bosque poco a poco».
De acuerdo a Jeff Schlegelmilch, vicedirector del Centro Nacional para Preparación de Desastres en Nueva York, el ritmo varía según la especie. «Algunos de los árboles más grandes demorarán décadas en volver, aunque el follaje más pequeño puede recuperarse en uno o dos años», dijo a la AFP.
¿Quién sobrevive?
Puerto Rico -un territorio estadounidense de 3,4 millones de habitantes- alberga el parque nacional El Yunque, la única selva lluviosa tropical de Estados Unidos. Con cerca de 11.700 hectáreas, es una de las selvas tropicales más pequeñas del mundo, pero también de las más diversas.
El Yunque es uno de los destinos favoritos de turistas y deportistas. Demorará meses en abrir al público y al menos un año en recuperar su follaje.
Pero un árbol «decapitado» no es necesariamente un árbol muerto, porque la flora y la fauna del Caribe están adaptadas para sufrir huracanes, según los expertos.
El tabonuco, por ejempo, rebrota con rapidez nuevos tallos. Otros tienen distintos mecanismos de supervivencia a condiciones extremas: el alto y delgado ausubo crece despacio pero firme y la palma de sierra produce hojas prolíficamente. «El huracán es la fuerza natural selectiva de los bosques tropicales del Caribe.
El huracán es el que decide quién vive en esta isla. Es un agente de evolución. Es un agente de adaptación», dijo Lugo. Por eso, los que en cambio van a pasar dificultad son las especies exóticas.
«Todas esas plantas y animales que hemos traído de otras partes del mundo, que no están adaptadas a estas condiciones, van a pasarla bien difícil y quizá no logren sobrevivir.
Pero lo que es autóctono o viene de sitios donde hay vientos y mareas, no va a tener ningún problema», explicó Lugo. En Fajardo, la reserva forestal Cabezas de San Juan perdió los mangles y sus aguas huelen a podrido.
Pero sus árboles autóctonos (uva playera, tamarindo, almácigo) son «bien resistentes», dijo a la AFP Carlos Morales, superintendente de la región este de Para la Naturaleza, una unidad del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico.
«Por experiencia previa, sabemos que la reserva va a empezar a reforestarse, pero puede tomar varios años en volver a ser lo que era», añadió Morales. Queda no obstante una gran preocupación entre los científicos de la reserva en Fajardo, en el este de la isla: la ausencia de árboles y follaje puede favorecer la multiplicación de las iguanas, un reptil exótico que se considera plaga en Puerto Rico porque no tiene predadores.
«Son una especie muy fuerte. La falta de sombra es un riesgo porque ellas ponen los nidos en la arena donde les dé el sol», dijo Morales.
«Y que haya menos sombra va a aumentar la temperatura del suelo, y eso favorecerá que ellas tengan más lugares para anidar». Una sobrepoblación de iguanas podría desajustar el ecosistema en la reserva.
Pero como su anidación empieza en febrero, por ahora los biólogos sólo pueden anhelar que, para entonces, la mayoría de los árboles ya estén dando suficiente sombra para poder controlar la prosperidad de las iguanas. «Todo va a depender de cuán rápido se recupere el bosque», dijo Morales.