Economía ilícita y ambición

Economía ilícita y ambición

Economía ilícita y ambición

Celedonio Jiménez

Dentro de los muchos hechos alarmantes que se dan en nuestra realidad social se pueden citar los correspondientes al de la economía ilícita. Su existencia, variedad y alcance son cuestiones que no se pueden obviar y que en gran parte explican los estilos de vida o el “modus vivendi” de muchos que no los pueden justificar en base a sus sueldos o salarios.

Durante los últimos días los diversos medios de prensa de nuestro país han reseñado sonados casos, como son la millonaria evasión fiscal a la que se vincula a empresarios pertenecientes a la familia Tremols Payero; las acciones de fraudes contra clientes por parte de la institución Crédito Oriental, así como el acto de falsificación del documento de identidad personal de una ingeniera de tecnología de alimentos de la ciudad de Santiago de los Caballeros, acción que ha permitido a sus autores sustraerle una alta cantidad de dinero de sus tarjetas de crédito.

Junto a estos acontecimientos, que son algunos de los más destacados durante los pasados días recientes, se podría enumerar la ocurrencia de una gran cantidad de actos vinculados al ejercicio de la economía ilícita, como lavado, contrabando, soborno, sobrevaluaciones, etc., mediante los que se tima a personas físicas o morales de distintos ámbitos de la economía. ¿Cómo explicar todo esto?

En la República Dominicana de hoy sobresale la inclinación de muchos dominicanos por tener más que por ser. Y cuando no se tiene, por aparentar. Se ha incrementado como nunca antes el deseo de satisfacer los gustos y experimentar placeres.

El sociólogo Z. Bauman habló del placer “como objetivo de vida” (“Modernidad líquida”).
La adscripción a los valores materiales predomina y la revolución de las expectativas hace sus efectos sin grandes discriminaciones de clases sociales. El síndrome del consumismo nos corroe, llegándose a pensar que “uno es lo que usa o consume”.

Somos una sociedad de desigualdades, en la que cuestan cada vez más los servicios y las mercancías. Por eso, y como nunca, “don dinero es don caballero”.

En una sociedad así, que padece una gran crisis de los valores que propenden al desarrollo humano, es posible entender la existencia e incremento de la economía ilícita.

En un ambiente como el señalado, la economía ilícita prende. Sobre todo si hay quienes se dejan ganar por los cantos de sirena o caen en la ingenua posición de creer que el dinero se regala.

También son proclives a ser víctimas de las acciones de la economía ilícita quienes ambicionan más de lo debido, y confían en ofertas de crecimiento de sus beneficios e intereses fuera de lo normal. Contra lo anterior, confiemos en nuestro propio esfuerzo, en el trabajo, que es un supremo valor.



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