“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, refrán popular.
Particularmente, soy enemigo de vivir con sobresaltos, desconfiando de todo el mundo y viendo enemigos hasta en la sopa. De hecho, eso está tipificado como una patología psiquiátrica conocida como delirio de persecución.
Vivir con miedo no es vivir, es agonizar.
De hecho, hay un dicho que reza: “el cobarde muere muchas veces, mientras que el valiente muere solo una vez”. Hasta aquí creo que todos estamos de acuerdo.
Al otro extremo del delirio de persecución está el “liberalismo”, vivir con la guardia abajo, descuidado, “dormido en sus laureles” y por tanto confiado en todo el mundo. Quien así actúa, en la guerra, en el ámbito personal o en lo político está condenado al fracaso, pues será presa fácil del enemigo (que duerme como la guinea tuerta: con un ojo cerrado y otro abierto).
A propósito del apagón en el aeropuerto internacional de Las Américas, la acuciosa periodista Yanessi Espinal, del periódico El Caribe, hizo una advertencia a través de su cuenta de Twitter en la que dice textualmente: “Lo del aeropuerto ayer, con el apagón se muestra que aquí hay gente dispuesta a todo.
Abran bien los ojos”. Creo que ese llamado debe ser atendido.
El hecho que provocó retraso y desvío de al menos 15 vuelos internacionales, está bajo investigación. Podría ser un simple acto de vandalismo, pero…¿y si no?
Ayer mismo, el director de la CAASD, Fellito Suberví, denunció un sabotaje en el sistema de suministro de agua de La Vega.
Volviendo al caso del aeropuerto Las Américas, allí se han registrado en los últimos meses acciones que ponen en entredicho la labor de los encargados de la seguridad en esa terminal: un extranjero ebrio que penetra como un bólido hasta la misma pista de aterrizaje, y el robo de parte de la verja perimetral. ¿Y la seguridad? Rascándose las árganas.
No soy experto en cuestiones militares, ni mucho menos, pero la lógica dice que algo anda mal ahí y, por extensión, en muchas otras instituciones claves.
Mal pudiera yo sugerir la cancelación masiva del personal técnico, preparado, de humildes servidores públicos por el solo hecho de haber entrado a trabajar durante el gobierno anterior.
Sin embargo, la lógica me dice que si usted quiere gobernar bien, al menos a su manera, debe asegurarse que el pandero esté en manos confiables. Y resulta que bien por bondad, ingenuidad o descuido, inexplicablemente, el presidente Luis Abinader ha dejado en puestos estratégicos a gente cuyos corazones y agradecimiento habitan en otra casa.
Esto aplica en muchas áreas donde han dejado en puestos importantes a cuadros del pasado gobierno.
Insisto, no estoy hablando de “tierra arrasada” en la administración pública. Eso sería un abuso y una metida de pata. Hablo de puestos muy específicos, fundamentales.
Está el caso del generalato en la Policía, donde según la Ley Orgánica 590-16 de esa institución sobran 20 generales (hay 41).
El ejecutivo debería revisar quienes están a cargo de los organismos de inteligencia, y de manera específica en el CUSEP, CESAC, CESFRONT, y Portuaria, etc.
No tengo el dato exacto, pero puedo apostar que más del 80% de la cúpula militar actual debe favores, ascenso y fortunas al partido que gobernó durante los últimos 16 años. Por Dios, no todos serán tan devotos como Cáceres ni Girón. Pero ojo, la vigilancia no debe ser limitada a lo militar, aplica en todas las áreas vitales.