“Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio, hoy que hombres sin juicio y sin corazón atentan contra la salud de la Patria”, Juan Pablo Duarte
Cada país, sociedad o grupo tiene referentes históricos y culturales intocables. Eso incluye a personas venerables que de alguna manera resumen la aspiración colectiva de valor, pureza, honor, principios y entrega por una causa noble. Se trata de individuos que por sus ideas y sus hechos trascienden en sus respectivos ámbitos y se ganan -incluso después de muertos- el respeto de todos, hasta de sus adversarios.
Muchos parecen haberse adelantado a su tiempo, tanto que en no pocos casos sus ideas fueron rechazadas por sus contemporáneos, pero al final terminaron siendo reconocidos por sus aportes a la humanidad. En todas las latitudes y civilizaciones podemos encontrar personas de ese calibre especial.
Y dentro de esos prohombres de la historia, sin duda está el primero dentro de todos los dominicanos: Juan Pablo Duarte, probablemente el único Padre de la Patria al cual se le ha pretendido regatear tal condición.
Pudieron ponerle al lado a otros valiosos patriotas como Sánchez y Mella, pero jamás a nadie se le ocurrió la idea de desconocer el rol fundamental jugado por este hijo de comerciantes que puso en juego no solo su vida y su patrimonio, sino también el de toda su familia por la causa independentista, algo que solo un hombre de su valor podía hacer.
Y todo por convicción, sin esperar ningún favor a cambio.
No solo fue el primero en concebir la idea de fundar una república soberana, “libre e independiente de toda potencia extranjera” que se denominaría República Dominicana, sino que fue, dentro de los trinitarios, el líder capaz de convencer a un puñado de valientes, el que nunca vaciló ni hizo concesiones en cuanto a la soberanía nacional.
Contrario a lo que hoy es tan común, donde muchos ponen precio hasta a las opiniones que emiten en nombre de la “libertad de expresión”, la única vez que Duarte pasó factura lo hizo para devolver la parte del dinero que gastó de los mil pesos que le entregaron cuando en marzo de 1844 fue enviado a Azua a relevar a Pedro Santana.
Es una de las pocas figuras de nuestra historia en torno a la cual hay consenso. Por eso la sociedad se indigna y levanta su voz cuando alguien fuera de sus cabales, o por mera mezquindad, insulta al más insigne de todos los dominicanos.
Hay quienes piensan que los insultos gratuitos contra el fundador de la República forman parte de una trama que busca desmontar los valores que sirven de base a ese sentimiento patriótico que late en el corazón de todo buen hijo de la Patria que él concibió.
Yo no descarto, sin embargo, que se trate de un desvarío de alguna mente decrépita y que ya no le halla ningún sentido a la vida, pues toda persona cuerda, que ame la vida y sus valores, en especial si se precia de ser dominicano, respeta con fervor la figura de Duarte.