Dragones

Decía Balaguer que el destino de todo político con garra es morir para resucitar. Quizás su dicho aplica sólo a quienes poseen más carácter o ambición. Bosch fulguró en 1963 y cayó en siete meses. El poder lo persiguió, pero él fue más rápido.

Jorge Blanco llegó a presidente producto del mercadeo, pero le fue tan pésimamente que se anuló. La izquierda tuvo líderes como Manolo, Amín Abel, Orlando Martínez; otros fueron delincuentes, asaltantes y secuestradores.

De ese litoral, el único que ha logrado insertarse exitosamente en el partidismo democrático es un hijo del Moreno, notorio líder del MPD de conocido prontuario. Este fue precoz consultor jurídico del presidente Mejía, de quien está hoy distanciado.

Hace meses es presidente del INDOTEL. Mis desacuerdos profundos con este personaje son conocidos e insalvables, por motivos de honor personal e ideológicos.

Sin embargo, es realmente admirable cuánta habilidad demuestra buscando reconstruir su maltrecha imagen.

Ha pasado de proscrito del visado estadounidense a frecuente visitante de Europa y Estados Unidos, mientras antes sólo frecuentaba Panamá o Colombia.

Su anacrónico mensaje clasista, de pobres versus ricos; su anhelo de ser otro Peña Gómez como paladín de los desposeídos; su innegable inteligencia y facilidad discursiva; su evidente carisma; todas sus condiciones lo convierten en la más seria amenaza al mantenimiento del curso político estable y de centro-derecha del país en las últimas décadas.

Quien alimenta dragones muere achicharrado. Contemporizar es una fatalidad.