Hace unos días vi en Netflix la película “Los dos papas” del brasileño Fernando Meirelles, el mismo director de “Ciudad de Dios”. Y confieso que quedé fascinado con el “diálogo” (imaginario) entre los dos pontífices.
Les he preguntado a algunos amigos que vieron el film su opinión sobre el mismo y la respuesta es más o menos esta: la genial interpretación de Benedicto XVI que hace Anthony Hopkins y la no menos buena actuación de Jonathan Pryce, en el papel del papa Francisco no hacen más que acrecentar nuestra simpatía por el segundo y retratar el pensamiento ultraconservador del ahora papa emérito.
¿Y sí, después de ver la película cualquiera se ve tentado a reafirmar su creencia de que hay un papa bueno y otro “malo”? ¿Un papa progresista, y otro reaccionario? Y que de igual forma hay sacerdotes cercanos a la gente como dicen que fue Jesucristo y otros crueles, más cercanos a Torquemada, el de la Santa Inquisición.
Pero las contradicciones entre los dos papas no son solo de estilo y parece que superan la imaginación de Meirelles. De hecho ya trasciende las paredes del Vaticano.
Precisamente este fin de semana, Benedicto XVI, quien dijo al renunciar que iba a permanecer «oculto del mundo», rompió de nuevo su silencio para defender el celibato clerical en la Iglesia Católica.
En un libro escrito junto al cardenal guineano Robert Sarah, Joseph Ratzinger se pronuncia contra una propuesta de su sucesor de levantar el veto a que algunos hombres casados puedan ser sacerdotes en la Amazonía.
De su boca no ha salido un solo pronunciamiento para llamar a la calma, para pedir a las potencias nucleares que dejen de poner en peligro la existencia de toda la especie humana.
Su preocupación es si un sacerdote tiene pareja o no. ¡Jesús santísimo! El mundo a punto de quedar sordo por el ruido de los tambores de guerra desde Washington y Teherán y el “santo” padre Benedicto solo se preocupa porque un sacerdote pueda copular como Dios manda.
En su opinión, el celibato tiene un «enorme significado» porque permite que los sacerdotes se centren en sus deberes. Habría que ver cuántos en verdad cumplen con esta imposición antinatura.
Ratzinger piensa que «no es posible consumar ambas vocaciones (sacerdocio y matrimonio) de forma simultánea».
Son esas posiciones rancias las que frenaron a la Iglesia Católica y la llevaron a una situación en que la alternativa era renovarse o morir. Por suerte Francisco piensa distinto. Al menos así parece.
No soy muy católico que digamos, pero reconozco y aprecio el aporte que a lo largo de la historia han hecho muchos sacerdotes a favor de la cultura, de las causas sociales, al lado de los más desafortunados.
Pero como amor no quita conocimiento, también hay que convenir en que muchas reglas de la Iglesia como el celibato no tienen ninguna razón de ser. Ni bíblica, ni divina, ni lógica, ni biológicamente hablando.
Es una aberración prohibirle tener sexo a un animal, y menos si se trata de un hombre: una de las pocas especies que tiene relación por placer.
Espero que la Santa Iglesia sea indulgente conmigo, pero yo, un ateo de buena fe, les digo que el celibato debe ser cosa del pasado.
Del mismo modo, les digo que en países como República Dominicana con un nivel de feminicidios alarmante, la cultura machista es una maldición, que hace falta educación sexual , y que en ese escenario un cambio de discurso de la Iglesia es impostergable, y caería como una bendición. Amén.