Ha sido una problemática constante de nuestra sociedad entender que por el simple hecho de crear nuevas leyes, de modificar o de sustituir una norma por otra, podemos resolver determinadas inconductas que generan conflictos sociales, políticos, económicos o culturales en el modus vivendi del dominicano.
Lo hemos creído con la Constitución, cuando a lo largo de nuestra historia republicana el legislador implanta la reelección arguyendo que el periodo del Presidente de turno no es suficiente para terminar su obra de gobierno, y que por demás, no hay nadie capacitado que lo pueda renovar, pasado un tiempo la prohíbe, odiándola cuán diablo a la cruz, usando como fundamento que hay que darle oportunidad a otros, para en un periquete instaurarla nuevamente, y nos han mantenido así, mareándonos, unos motivando que el vuelve y vuelve le conviene al país, y otros que no.
Pero hoy me quiero referir a dos situaciones que se han venido desarrollando en nuestro país que causan luto, cuya solución no se le debe de dejar únicamente a las leyes o proyectos de nuevas normas que agraven las penas.
Primeramente, el caos en el tránsito.
Reciente la entrada en vigencia de la Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, la 63-17 que sustituye la 241 sobre tránsito de vehículos de moto, ha traído consigo innovaciones; por lo que podemos decir que si su contenido y los reglamentos son aplicados tal cual, tendríamos resultados positivos.
Sin embargo, poco importa que tan cerca a lo ideal esté una normativa de conducta, poco importa si su aplicación y vigencia lleva décadas o meses, y poco importa que tan fuerte sea su régimen de consecuencias si sus actores tienen falta de educación y de autoridad.
Lamentablemente gran parte de la generación que no respetó la Ley 241 tampoco está respetando la nueva ley… las guaguas del concho (voladoras) continúan haciendo sus rutas habituales frenando de golpe, cambiando de carril sin direccionales, haciendo competencias con otras rutas en plena vía, circulando con gomas deterioradas, sin ventadas, etc., y a cada momento usted se topa con un camión de carga que va doblado de un lado por la sobrecarga, con una patana atravesada por que se le explotó una llanta, esto así, por la falta de mantenimiento.
De igual modo, aquí cualquiera que está construyendo coloca el material (arena, grava, block, cemento…) en medio de la calle, y puede durar meses ahí ocasionando taponamiento y no pasa nada.
Ahora, los más jóvenes, en su mayoría aquellos que han tomado un volante en la vacatio legis de la nueva norma ponen en práctica con más ímpetu sus imprudencias detrás del guía, con lo que está de moda ¨el caballito¨ o el calibrar motocicletas o pasolas en los lugares menos adecuados, como, por ejemplo, las calles de nuestros barrios y las autopistas, y ya se han reportado cientos de muertes, muchas de las cuales han sido transeúntes, llenando de impotencia a los familiares de las víctimas.
El otro punto trata de los feminicidios ocurridos en los últimos meses, y es que sobre estos horripilantes hechos muchos piden a gritos el establecimiento de castigos más fuertes como una manera de ¨frenar¨ dichos actos punibles, sin embargo, se han reportado feminicidios de hombres dominicanos a sus parejas en otros países, conocidos por tener un sistema de penas ejemplarizadoras, como es el caso de Estados Unidos. Y nos preguntamos, ¿Aquellos que cometieron estos hechos en EE.UU pensaron en las penas?, entiendo que no.
En resumen, se pudiera decir que lo menos que le importa al imprudente que viola la Ley de Tránsito, como aquel el que comete feminicidios es la ley, por lo cual, donde considero está el fallo es en la falta de educación, consejo e instrucción desde el seno de nuestros hogares, esto aunado a una verdadera autoridad por parte de nuestros gobernantes y de aquellos a quienes la ley les manda a hacerla cumplir.
Dejar todo a las leyes es dejar acéfala a la sociedad, es en la familia donde aprendemos el respeto a la vida y a la dignidad de las personas.