Circula en estos días alguna literatura sobre don Pedro Albizu Campos. Leí que se piensa en un comité para recordar la presencia temporal de ese personaje insigne de la causa independentista de Puerto Rico en nuestra tierra.
Ojalá se organizara algo a propósito de cumplirse el 21 de abril del año entrante medio siglo de la muerte de ese apóstol.
Sería una buena oportunidad de sacarlo un poco del olvido y educar a los jóvenes en las virtudes patrióticas que él ostentó en vida y dejó como legado permanente.
El nombre de don Pedro refiere inevitablemente a la causa común de puertorriqueños y dominicanos, siempre oprimidos por la misma potencia: primero por España y luego por los Estados Unidos.
Don Pedro dedicó su vida a luchar por poner fin a la ignominiosa condición de colonia que aún hoy mancilla a Puerto Rico.
Su vida es un ejemplo de abnegación y perseverancia, de valor, de indoblegable firmeza ante los enemigos de la independencia y la libertad de Puerto Rico. Nacido el 21 de junio de 1883, se lanzó a la lucha desde muy joven en el Partido Nacionalista de Puerto Rico, del cual alcanzó la presidencia en 1930.
Bajo su magisterio se formó una generación de luchadores que será por siempre referencia y fuente de inspiración de todo quien mantenga en alto la causa independentista de Borinquen. El Maestro, se le denomina aún con el mayor respeto.
Rebelde, más de una vez se fue a las armas, sufrió largas prisiones en diferentes épocas, y preso se hallaba desde diez años atrás, cuando el 15 de noviembre de 1964, el gobierno norteamericano lo soltó a morirse, ya semiparalítico, a causa de un derrame cerebral. Murió apenas cinco meses después.
Don Pedro ha sido un símbolo para mí. Recuerdo que recorté un retrato suyo publicado en la revista cubana Bohemia, lo pegué en un seto de tabla de palma de la terraza de mi casa paterna, a la vista, y me encargué de explicarle a cada campesino curioso, cuál era la gloria de aquel hombre.
“La patria es valor y sacrificio”, decía al pie de la fotografía. El mismo 25 de septiembre de 1963, ya consumado el golpe de Estado militar, una patrulla que invadió mi casa persiguiéndome, no dio conmigo, pero se llevó la foto del Maestro. Todavía protesto contra aquel ultraje al apóstol y, por tanto, al mismo Puerto Rico.