A finales del recién pasado 2013, la Academia Dominicana de la Lengua y la Fundación Guzmán Ariza tuvieron el gran acierto de publicar el Diccionario del Español Dominicano, que debe ser un libro de permanente consulta para quien tenga interés genuino en conocer cómo hablamos en esta tierra.
La producción de este diccionario académico es el resultado del esfuerzo mancomunado y sistemático de un valioso equipo de entusiastas especialistas, dirigido por la lingüista María José Rincón, cuyo cuerpo de redactores estuvo integrado por la misma María José, Fabio J. Guzmán Ariza, Roberto Guzmán y Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, quien asesoró la unidad de trabajo.
María Dolores Jiménez Oliva, Teresa Melián Escrig, Domingo Caba Ramos y Yolanda Garisoain Iribarren tuvieron a su cargo la inestimable y paciente labor de leer las fuentes bibliográficas, periódicos, revistas y otros textos con el propósito de encontrar palabras que pudieran formar parte de este glosario singular.
La obra tiene enorme valor para los estudiosos de nuestras voces, para escritores y hablantes, en sentido general. Es, indiscutiblemente, un reflejo de la cultura dominicana, una expresión en el campo de la lengua del sincretismo que empezó a producirse en estos territorios desde que Cristóbal Colón llegó a la isla en 1492.
El libro es explicativo, extenso y revelador. Nos permite percibir cómo ha ido evolucionando nuestra manera de comunicarnos y cómo se van enriqueciendo y cambiando nuestras expresiones.
Recoge 10, 903 temas, 14, 054 acepciones y 4,250 frases proverbiales. Allí se encuentran palabras como pipá, viaje, guayuyo, jodón, prángana, machepa, trúcamelo, zoqueta, sacaliñar, zaramagullón, turpén, capú, zurrapa, tingola, fucú, privón y miles de otras.
Se han divulgado otros diccionarios de dominicanismos, pero este que resaltamos es el primero producido por la Academia Dominicana de la Lengua, un cuerpo colegiado dedicado al estudio de nuestro idioma y a su promoción, que ha hecho un esfuerzo extraordinario por recoger y definir las voces distintivas locales.
El libro tiene 744 páginas. Es rigurosamente académico y sugerente. En sus páginas se encuentran palabras y expresiones que contribuyen a que, durante su lectura, aumentemos nuestros conocimientos.
A la vez nos proporciona gratos momentos, pues allí están asentadas y definidas muchísimas voces que nos resultan hermosas, jocosas y hasta chocantes.
María José Rincón expresó, en una entrevista, que la palabra más hermosa del español dominicano es tumbarrocío. La experta argumentó que este vocablo es sonoro, creativo, clásico y compuesto. Ciertamente ella tiene razón.
Con su explicación, me motivó a consultar el diccionario. Supe entonces que la expresión se refiere a una variedad pequeña de gorrión.
“El tumbarrocío es un ave pequeña de hábitos ocultos, restringida a pastizales de tierras bajas”.
El diccionario contiene una amplia nómina de textos citados, creados por reconocidos escritores y escritoras, que han reflejado en novelas, cuentos, crónicas y otros textos expresiones propias del habla dominicana.
Era de rigor buscar dominicanismos en obras de Juan Bosch, Marcio Veloz Maggiolo, Virgilio Díaz Grullón, Rey Andújar, Ángela Hernández, Aída Cartagena, Hilma Contreras, René del Risco, Avelino Stanley, Manuel Salvador Gautier, Ofelia Berrido, Rafael Peralta Romero, Federico Henríquez Gratereaux, Carmen Imbert, Roberto Marcallé Abreu, Andrés L. Mateo, Manuel Matos Moquete, Jeannette Miller, Manuel Mora Serrano, Mario Emilio Pérez, Freddy Prestol Castillo, Bruno Rosario Candelier, Luis R. Santos, Pedro Antonio Valdez, Pedro Vergés, Sócrates Nolasco y Luis Arambilet, entre otros autores.
El equipo de lectores también encontró vocablos en periódicos y revistas, en páginas electrónicas de medios y hasta de entidades bancarias, pues ya sabemos que en cualquier publicación se cuelan, en trulla, expresiones del patio.
Celebramos este Diccionario del Español Dominicano, un auténtico palo de la academia, que nos permite toparnos con una rumba de significados, de palabras melcochosas y hasta de sanantonios o dichos.