Altagracia Suriel
A propósito de las divisiones, enfrentamientos y renuncias en los principales protagonistas del multipartidismo dominicano de las últimas décadas, es muy oportuno recordar que, como dice el refrán, en la unión está la fuerza.
La tradicional estrategia de guerra de las civilizaciones imperialistas y que reafirmó el maquiavelismo absolutista, basado en el “divide y vencerás”, no siempre aplica en la política, sobre todo en la dominicana. Como lo confirma la historia electoral reciente, en nuestro contexto, más bien ha triunfado la unión expresada en alianzas internas y externas.
Las continuas divisiones del antiguo PRD no hicieron más que debilitar ese partido. La división de 1986 permitió el retorno de Balaguer al poder y su permanencia, y, aunque luego el partido blanco se fortaleció en 1996 con Peña Gómez, la alianza del Frente Patriótico facilitó el ascenso del PLD en el escenario político de final de los 90.
En el 2004, el PLD volvió al poder, gracias a la abrupta y profunda división del partido blanco y a la crisis económica que se produjo al final del gobierno que lideraba esa fuerza política.
Viendo la incidencia de las divisiones partidarias en el país, en vez de aplicar el divide y vencerás más bien hay que alertar sobre el divide y perderás.
En la unión está la fuerza, no solo en la política, también en las diversas facetas de la vida. En la familia, la unión es éxito en la construcción de hogares funcionales, en el ámbito empresarial y en lo comunitario, fortalecer el trabajo conjunto es la base de cualquier proyecto.
Las habilidades de mantener relaciones efectivas y equipos cohesionados se han constituido en uno de los principales requisitos de supervivencia en la cuarta revolución industrial.
En todo, como dice J. K. Rowling, “seremos más fuertes como unidos estemos, y tan débiles como lo divididos que estemos”.
En la unión está la fuerza. Hasta Jesús lo recuerda en el Evangelio cuando expresa que si un reino está dividido contra sí mismo será asolado. Y si una casa está dividida no permanecerá (Marcos 3:24-25).
