La política y los afanes ordinarios a veces resultan tan asqueantes que requieren darle shampú al alma para arrancar otra semana. Lo pensé ayer domingo cuando debía escribir y todos los temas actuales parecían manidos y arrugados. Entonces respondí a un amigo quejumbroso por el desperdicio de muchas inteligencias. Le dije que la vida es un chispazo pero mientras haya continuidad de la raza humana ninguna inteligencia se pierde.
Se transmite de dos formas imborrables: la genética y la cultura. Los niños de hoy casi literalmente “nacen sabiendo”. Aun así, todos los estimados de la edad del homo sapiens sapiens, que van desde 12,000 a 60,000 años, son un tiempo ridículamente insignificante ante la vastedad del universo conocido y todavía mayormente incomprendido.
Trato de vivir espiritualmente creyendo que somos algo más que una broma de Dios, que lo que da sentido a la vida es la consciencia individual y colectiva…. Pero pensar mucho sólo me muestra como mayor resultado cuán insignificantes, prescindibles y efímeros somos, cada uno y todos desde el inicio de los tiempos. Por eso creo que debemos vivir de la mejor manera posible, con un sano balance entre el individualismo y el sentido de pertenencia a familia, comunidad, país y raza humana. Quizás al final solo cuentan el amor y la poesía, la suma de todo lo cual inevitablemente no quedará rastro cuando se extinga la consciencia.