La discriminación contra la mujer afecta a la mitad de la población mundial.
Es una acción ejecutada por individuos del sexo opuesto que olvidan que la mujer, como ser humano, tiene pleno derecho a estar en pie de igualdad con el hombre.
Uno de los primeros actos discriminatorios contra la mujer fue relegar su quehacer sólo al ámbito doméstico, relegación fundamentada en sus nueve meses de gestación y de parto. Cuando esta insostenible argumentación comienza a erosionarse, nuevas formas de discriminación se producen: desocupación y mal pago de su función laboral.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en el estudio titulado “Estado de la Población Mundial 2014”, señala que junto a la menor tasa de ocupación de la mujer se da la circunstancia de que muchas de ellas, al ser empleadas, lo son en actividades con relativa baja productividad, bajos salarios y con una escasa protección social.
El que entre hombre y mujer la mayor cantidad de desocupados sean mujeres remite al fenómeno de la “feminización de la pobreza”.
Numerosas otras manifestaciones de discriminación contra la mujer se han dado en el país y fuera de él.
Por ejemplo, no por casualidad hemos tenido una baja cantidad de legisladoras, de ministras.
No por azar no hemos tenido presidenta de la república y ni siquiera una rectora en la UASD. Discriminación ha sido que por durante períodos de nuestra vida republicana la mujer no pudiera ejercer el voto y discriminación es que en la actualidad la mujer está sujeta al régimen de “cuotas” para ser escogida como parte del poder legislativo y municipal.
Junto a la discriminación económica y política, también la mujer padece una discriminación cultural, científica y literaria, que se expresa en la existencia de prejuicios sobre su aptitud para hacer producciones a fondo en estos órdenes.
¡No obstante avanzamos! El sociólogo francés Alain Touraine dice que la mujer hoy “más que víctima es victoriosa”. En nuestras universidades la mayoría de las butacas son ocupadas por mujeres. Eso habla de su pujanza.
! Pero cuidado, es mucho lo que hay que recorrer. Nuestra alta tasa de “feminicidios” así lo atestigua.
Junto a la discriminación de la mujer también existe la que se da contra discapacitados, envejecientes, homosexuales, lesbianas, afectados de VIH y obesos. Enfrentar estas discriminaciones es indispensable. Una sociedad avanza cuando es capaz de superar sus atrasos y sus injusticias.