Los dominicanos somos comunicativos por excelencia. Nos encanta interactuar con otros y expresar nuestras opiniones. En los diversos círculos sociales en que nos relacionamos siempre hay diversos temas que comentamos.
Sin embargo, como individuos siempre tenemos asuntos que pertenecen a nuestra esfera privada que sólo compartimos con nuestros más allegados o que simplemente guardamos para nosotros. Pero, en esta sociedad globalizada, con herramientas tecnológicas muy avanzadas, se ha perdido un poco la prudencia o desdibujado el límite y querer saberlo todo, hasta rayar en el morbo.
Como santos inquisidores vamos cuestionando preferencias políticas, sexuales, formas de vida, prácticas espirituales, estado civil, edad para tener hijos, hobbies, en fin, elecciones personales que forman parte de nuestro ser auténtico y por las que no tenemos que dar explicaciones.
Sin contar las veces que también se viola la confianza al difundir una confidencia.
Las diferencias que tenemos hacen rico nuestro mundo. Si quieres conocer el mundo de la otra persona, muchas veces no tienes que preguntar, su sola mirada te revelará muchas cosas y el trato genera el acercamiento en su tiempo que establece toda relación de cercanos.
Hay una magia también en lo no revelado.