
SANTO DOMINGO.-Ingrid Bretón, una pujante mujer de La Romana, ha vivido con el VIH desde hace 30 años luego de haberse contagiado de manera accidental y a pesar de que su vida había sido sin excesos, le ha tocado ser resiliente para vencer la discriminación y la precariedad material.
“Dios quiso que yo contrajera el VIH porque necesitaba una guerrera para echar esta lucha”. Con esa expresión Ingrid describe su actitud ante un virus que le transmitió su primer esposo, con quien se casó a los 20 años sin que ninguno de los dos supiera que él lo tenía.
“Él vivía en Estados Unidos, nos casamos y después fue que descubrimos que tenía SIDA, por los síntomas, y cuando me hice la prueba salí positiva. Murió rápido porque primero entró en negación y porque entonces no estábamos tan avanzados como ahora”, explica Ingrid, sin dar señales de dolor o resentimiento.
Insiste en que nunca se ha sentido víctima ni ha negado ser portadora del VIH, lo cual le ha permitido sobrellevar la carga de discriminación social que hay contra las personas que tienen esta condición.
Cuenta que duró 20 años sin poder trabajar porque en el país se le negaba esa oportunidad a los positivos de VIH y puntualiza que todavía hay lugares donde se mantiene esa práctica ilegal.
“Mi esposo tenía un motor DT y cuando murió yo tuve que usarlo para mantenerme, me convertí en una emprendedora vendiendo especias, pero mucha gente no me compraba y me señalaba diciendo ‘ahí viene la sidosa’, pero eso no me amilanaba, porque tenía una familia que me quería y me apoyaba.
Se peleó con Dios
Cuenta que entró en un periodo en que se peleó con Dios y lo cuestionaba porque ella se portaba bien, era una joven de familia, se casó con el que era su novio y entonces: ¿por qué a mí?
Entonces ella misma se da la respuesta: “Si no hubiera contraído el VIH no hubiera hecho todo lo que hago. Ahora hay tres mil personas detrás de mí viviendo con el virus que luchan por sobrevivir, obtienen sus medicamentos y están trabajando. Dios me quería a mí para esta labor”, puntualiza.
Embarazo inesperado
Bretón se acostumbró a vivir con VIH y contrajo matrimonio en segunda nupcias y nuevamente el destino le hizo una trastada, que en principio parecía una tragedia pero que terminó siendo su bendición.
Cuenta que mantenía relaciones sexuales con su esposo usando preservativos, pero un día se rompió.
“Fui al médico por un sangrado y me dijo que yo estaba embarazada. Le dije que eso tenía que ser un error porque ella tenía VIH y se protegía con preservativos, cuando entonces caigo en la cuenta de que coincidía con la ruptura del condón”, relata.
Cuenta que al saberse embarazada volvió a sufrir porque entendía que en su vientre engendraba una especie de cadáver que vendría al mundo con SIDA.
Se mantuvo tomando sus medicamentos, alimentándose de manera adecuada, pero sufría por el destino de la hija que llevaba en su vientre.
