No conozco a nadie que no simpatice con combatir la corrupción impune con imperio de la ley y debidos procesos legales.
Pero es un equívoco creer, pese al alud de evidencias que dicen tener los fiscales, que sólo el gobierno pasado es responsable de la tremenda corrupción que infecta nuestra nación.
Es mentira que la podredumbre la impongan sólo los gobiernos; es mentira que sólo los políticos son ladrones y delincuentes; es mentira que entre partidos con políticos profesionales alguno es abismalmente más virtuoso o posea mejores destrezas gubernativas que otro.
Ese enfoque derrota el propósito de exigir correcciones, pues, aunque estamos urgidos de cambios radicales para evitar males peores como perder la libertad democrática, el esfuerzo no puede afirmarse en base a tres o más falacias.
El fin de la impunidad y establecer el imperio de la ley no debe limitarse a una campaña gubernamental contra sus antecesores.
Luis Abinader está logrando convencer a mucha gente de sus dotes como estadista. Que recuerde el cuento de las monjas…