Dictadura y democracia
La dictadura ha recorrido un largo camino desde los comienzos del pensamiento moderno hasta la lucha de clases proletaria.
Una relación más profunda del problema general de la dictadura, y su relación con la democracia, sin duda puede filtrarse a partir de la teoría constitucional.
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La dictadura suprime el Estado de derecho de un país. Gracias a este punto, sin haber estudiado a profundidad los documentos históricos y de otra índole del fenómeno de la dictadura, con ello podemos suponer un apoderamiento de las leyes y un encubrimiento de la Constitución.
Venezuela, que es una dictadura abierta, con frecuencia el jefe de la dictadura nos blande una copia miniatura de la Carta Magna.
Al verlo, con una mano levantada, haciendo referencia a formas aparentemente legales, prescritas como positivas para la reforma de la nación, en realidad, lo que busca es un “encubrimiento”, una “ruptura de la Constitución”. Hay un afán de que el pueblo no pueda pensar o hablar, en cómo una creciente concentración del poder político en pocas manos está disgregando la idea de la mayoría.
Maduro es un dictador que “dicta”, porque así es como se les llama a los dictadores.
Su reino mal evolucionado de esa locura que es el “chavismo”, o del hegemónico Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, fundado en 2008), ha tratado por todas partes de suprimir las bases democráticas, los principios democráticos, al punto de suprimir toda la democracia y como método conveniente juramentar su propia Asamblea Nacional, que es donde vive la razón de constituyente, a quienes se les dice que son ellos quienes eligen a los mandatarios, con arreglos a principios democráticos electorales.
Napoleón es el prototipo de un dictador.
Era un dictador militar, un ejecutivo fuerte, una cabeza autocrática, “el hombre más grande aparecido en el mundo desde César”.
No era el dictador necio, caricaturesco, que no observaba de manera sensata y acertada los males de su sociedad. La democracia moderna le debe mucho a este dictador, a su manera. Sus biógrafos se encargaron de explicarlo bien, y cada vez mejor.
En la Venezuela madurista, en cambio, no existen condiciones para la dictadura. Las formas democráticas al no poderse utilizar, las estrategias políticas y las tácticas institucionales, que ya han aumentado y complejizado el aparato represivo del Estado y los estamentos judiciales, nos dicen que lo que ocurre en ese país es un torbellino político en transición. ¿Por qué? Ni Maduro ni su cuadrilla de bandoleros tienen ideología política, son todos oportunistas y dementes. Si su ideología es de izquierda, ¿por qué los acusan de narcodictadura?, ¿por qué entregan sus riquezas a otros países?, ¿por qué el país se está empobreciendo? No pregunto por qué usan Rolex, tienen jets privados, vehículos de alta gama, o amasan grandes fortunas individuales.
Venezuela es, todavía, uno de los países emblemáticos de la democracia latinoamericana. Su tradición política ha sido un maravilloso ejemplo para las futuras generaciones.
No tengo ninguna duda de que la dictadura representa un “estado de excepción” frente a la democracia. Una dictadura iniciada por Hugo Chávez y continuada por Nicolás Maduro que, en treinta y tres años (a contar desde el golpe de Estado de 1992), no ha dejado de ser una pantomima.
El pseudo socialismo de Venezuela es el medio utilizado para alcanzar un fin determinado por el interés de alguien que, al instalar un estado de consecuencias, ha partido de una idea muy negativa y nociva para esa maravillosa nación. ¡Esa locura terminará, muy pronto, créanlo!
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