En el remoto campo de Vermont donde me encontró el nuevo año, he recibido una asombrosa carta que paso a transcribir: Señor periodista, he recibido copia de sus recién publicadas memorias en las que insiste usted en mencionarme, pese a que anteriormente me he ocupado varias veces de desmentir de la manera más categórica mi propia existencia.
El ensayo ?”Propinquity of Self”, que ciertamente he compuesto, tras incontables horas de desvelo científico, no merece la divulgación infligida por su temerario libro.
Como consecuencia del referido dislate, en un remoto valle cerca del nacimiento del río Xingú, afluente del Amazonas que discurre de sur a norte (¡cómo el español!) no florecieron hoy varias especies desconocidas de orquídeas, afligiendo a innumerables mariposas del Mato Grosso; en el Tíbet nació un yac albino, cuya madre sólo produce ahora leche escandalosamente blanca; y en una isla sin nombre al norte del golfo de Carpentaria, entre Australia y Nueva Guinea, un pescador aborigen jura haber oído a un pez hablar, anunciando con lágrimas azules el fin de un lejano mundo, una irrelevante profecía. Ojalá este 2024 le permita las condignas correcciones.